REPRODUCTOR MUSICA

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sólo un poema


A veces al soñar dejo los ojos abiertos
por ver si a través de ellos,
cual puertas entreabiertas,
logran salir mis sueños.
Y son así, tan inmensos...
Sólo logran asomarse
y regresan muy adentro.
Dejad que se me pase...
pronto... que el dolor se evapore
como agua hirviendo.

De la luna nace una lengua de plata
que viene a llevarse
grano a grano
tu recuerdo inmaculado.
Yo me aferro, ya sin fuerzas...
luego lo suelto,
y me alejo.
Con canciones de agonía vienen a verme mis sueños.
"Me gusta escucharte aquí sentada
en el suelo, junto a la hoguera.
La llama ilumina tu rostro
y a mí su calor me quema".







Entre sentimientos y miradas marchó el tiempo, galopando.
Las palabras murieron ahogadas.
El calor sigue quemando.
Las lenguas de plata me besan, traidoras,
mis pies pequeños, descalzos.
Nadie canta tus canciones.
Tu guitarra permanece sola,
ella sola, aquí sonando.


Texto: Yesenia Pineda.
Fotografías: Yesenia Pineda.











martes, 20 de diciembre de 2011

Un hogar en el abismo

Miras a tu alrededor y te das cuenta: no hay nadie, sólo estás tú. Entre diversas formas de alegría y jolgorio la gente vive, pero tú llegas a entender la magnitud de tu soledad. Sientes el peso que cae sobre ti y a la vez que tu ánimo encoge las pupilas se tiñen de un color indeterminado con nombre de sentimiento. Es triste averiguar que existen varios tipos de sonrisas. Ver la alegría infantil te pone triste, porque entiendes que aquella época pasó y nunca supiste ver que tu inocencia era una causa y que a su consecuencia ahora la llamas felicidad. Aprendes a vivir un momento de plenitud a través de la risa de un niño que la mayoría de las ocasiones ni siquiera conoces. Admiras la belleza que te rodea, con ansia, como si una camisa de fuerza te impidiera tocarla y poseerla. Ves gente en todo lo alto que no sabe sonreir mientras tú aún sonríes con cualquier excusa en un infructuoso intento de subir un peldaño. Gente en todo lo alto que desprecia lo sublime mientras tú no dejas de apreciar lo ínfimo. Te agarras a lo pequeño como si así lograses levantar la losa que te aplasta. Pides ayuda a gritos y nadie parece oirte.

No encajas.

Ningún lugar es tu lugar.

Tus momentos pasan veloces y tus tristezas se quedan incluso en tus alegrías. Buscas sin hallar, temiendo que no exista. Las ilusiones se derramaron por el camino y mirando atrás en lugar de ver un camino trazado ves el abismo al que has caído. Lo hermoso te pone triste y te hace llorar con una tristeza que jamás imaginaste, un llanto que dejó de ser angustia para convertirse en resignación. Ninguna verdad que haya pasado a la historia y perdurado a través de los siglos puede ya convencerte de su certeza. El desánimo te ha poseído y ya la soledad es una compañera, a veces más deseable que cualquier persona pues, al fin y al cabo, jamás llegará a culminar esa comprensión profunda que esperas. El silencio, al menos, no pronuncia palabras estúpidas o vacías. Si te miras al espejo, justo en lo más oscuro de tus pupilas, encontrarás esa resignación. Seguidamente, miras el rostro donde habitan esos ojos ya casi desconocidos y tus manos querrán romper el espejo.

No encajas.

Ningún lugar es tu lugar.

Ni siquiera tu propio cuerpo.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Una mala noticia



VérTIgO.

Ojos desenfocados.
Las piernas no me 
                    sostienen.

Mis manos no hallan donde asirse.

        Equilibrio perdido.
No hay rumbo fijo.

Descenso al 
               * 
               *
               abismo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La diferencia entre el ser y el no ser. Verse arrastrado hacia caminos que se pierden en el lejano horizonte, como los, ríos cuyas aguas sólo pueden ir en una dirección. Volver la vista atrás y darse cuenta de que ya tampoco puedes distinguir el inicio. Detenerse es imposible, aunque te escondas bajo un suave edredon de plumas y no salgas jamás, todo seguirá su curso y cambiara, contigo o sin ti, y si algún día decides volver al mundo descubrirás que ya te es desconocido. Panta rei, decían en Grecia los filósofos. O te embarcas o te quedas en el muelle viendo alejarse a los demás.

Todos estamos solos, incluso en los eventos más concurrido, hasta cuando nuestra familia nos arropa... nadie verá jamás dentro de ti, nadie podrá experimentar tus sentimientos, pues sólo tú viviste tus experiencias. La soledad es el regalo, el fuerte dentro del que podemos escondernos para ser libres y gritar quienes somos. Lo triste, que nadie nos oirá para venir a abrazar tu realidad con toda su riqueza y su pobreza, con todas las risas y las lágrimas, nadie podrá hacerla suya.

A veces unos ojos te miran y se produce una explosión: atención, 5 segundos para fusión del núcleo... Los átomos se hacen añicos y se dividen en mil partes de un todo. Luego todo desaparece excepto el terreno contaminado, los restos muertos de una vida finita y la realidad intangible del tiempo infertil que se avecina.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Desequilibrio aparente

Qué curioso es el lenguaje. Las palabras son como un juego de bloques para niños: coges la pieza azul, pones al lado una amarilla, las unes con una roja encima y coronas la creación con una de esas piezas triangulares que se asemejan a una cubierta a dos vertientes. Puedes hacer construcciones de todo tipo, tan grandes como desees y tan extrañas como tu mente sea capaz de imaginar.

Se puede decir, por ejemplo, que un diente quiere vivir su propia vida, o que unos ojos son como pelotas de golf. Si las palabras se quedan cortas hay quien puede tomarse la libertad de crear y referirse a una sonrisa como "hectométrica". Se puede jugar a las contradicciones o complicar lo obvio. Es posible edificar un arco del triunfo multicolor tan frágil como la actualidad económica. El ser humano, por qué no, es capaz de admirar y premiar tanto el acierto como el error.

La tarde, por cierto, era de color violeta y transcurrió en un ambiente caribeño para los pingüinos y los osos polares. Rodeados de pequeñas fogatas mientras decenas de atletas frustrados entrenaban junto a sus bebidas isotónicas nos pusimos a estudiar la manera de comprender la incongruencia para acabar demostrando que, aunque la idea pudiera parecer deseable, no conocemos la felicidad de la ignorancia pero sí la jocosidad del subsuelo. ¿Incoherencia? No, es el juego del tetris en el que a veces las piezas no encajan pero que, con suerte, acabas completando alguna línea que te permite seguir jugando un poco más. Es un regalo poco apreciado, pero todos y cada uno de los individuos tiene la posibilidad de mirar a su alrededor y sentir el desencanto que causa una realidad que no gusta a nadie pero de la que todos, en mayor o menor medida, participamos. No era un soliloquio pero bien pudiera haberlo sido.

Ya en el parque de atracciones se decidió en consenso utilizar la entrada de la casa de los espejos, pero con cuidado, porque pretendía ser algo divertido y no siempre es agradable verse reflejado en el espejo cóncavo (ni en el convexo).

Si, son de esas tardes que al final se quedan en la memoria, pues entre burlas y tonterías varias en muchas ocasiones te das cuenta de cuáles son las malas hierbas que has de podar en tu camino.

martes, 15 de noviembre de 2011

La sonrisa del león

Se acarició la barbilla con mano temblorosa, mirando su reflejo con actitud crítica. Era un anciano con algunas monedas, demasiada gomina en el pelo y un paquete de tabaco en el bolsillo. Con gran esfuerzo agarró firmemente la seguridad en sí mismo y todos sus nobles principios, atravesó el salón desierto y cerró la puerta al salir. Quién sabe dónde estaba su mente mientras el ascensor descendía hasta la planta baja y se dirigió por inercia hacia el mismo lugar de siempre.

Rememorando conquistas saludó a las presentes, y buscando a tientas su pasado porte y elegancia hizo lo propio con los componentes masculinos del grupo. Fingió entereza durante toda la velada, sabiendo que su mente sublime respondería con aceptable lógica cualquier cuestión que se le planteara mientras dentro de él se libraba la gran batalla en la que uno de los frentes había sido ya declarado vencedor .

Frente a él volvía a estar su imagen, menos nítida gracias a la poca iluminación, pero a sus ojos se asomó la consciencia: hacía grandes esfuerzos por recuperar su plenitud, mas eran vanos, pues el enemigo los saboteaba y lo transformaba en aquella especie de alter ego que él detestaba. Haría lo que fuera por lucir amplias sonrisas, arañaría dentro de sí mismo hasta permitir al mejor actor hacer su gran papel... todo con tal de que aquella gente no alcanzara a asomarse a su desdicha... pero todos lo sabían. Y sólo unos pocos le devolvían con cariño la sonrisa.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Dos en el calendario

El hombre loco de nariz infinita y ojos pardos pulsó el botón del objeto prohibido y aquel sonido irrumpió entre los gritos masculinos y viajó serpenteando por el aire hasta llegar a aquel símbolo de división. El miedo se detuvo a escuchar. El camino pestilente y polvoriento dejó de ser deprimente por unos minutos. El tenor inició el cortejo a la soprano, iniciando un remolino melódico en el que las dos voces se abrazaban y acariciaban con dulzura y timidez. En alguna parte un oído triste reconoció el dulce sonido y llenó de calidez el corazón ennegrecido por el dolor.

Entre princesas y caballos verdes el bufón había logrado su triunfo, había luchado contra caballeros estirados y saltado desde altos torreones sin preguntarse jamás si valía la pena. Su vida era un chiste, una interminable ficción cómica que envolvía con incuestionable ternura sus bienes más preciados, y sin dudar haría cualquier sacrificio por aquel pequeño duendecillo que odiaba el agua y el jabón y por aquella sonrisa femenina capaz de hacerle sentir todopoderoso.

El ejército de hormigas azules se aproximaba de forma alarmante, corriendo rítmicamente mientras el suelo retumbaba. Tras dar los buenos días, el loco fue rodeado y reducido. Con el tiempo, llegó el fuego y la sangre, y aquellos ojos pardos siguieron sin permitir que la realidad se infiltrara en su mundo feliz girándose hacia la garita metálica donde el pequeño duende se escondía y atisbaba curiosamente el exterior por la rendija. El telón estaba a punto de caer, pero sus pasos se dirigieron firmes hacia el fondo del escenario donde desapareció para siempre con un par de ruidos sordos acallados por las las voces de la soprano y el tenor, que hacían el amor al otro lado de la verja.





(Sólo es una película, ¿adivináis cuál?)

martes, 25 de octubre de 2011

Sólo son palabras...

Puedo escribir palabras hermosas y dulces, o crudas y frías. Puedo escribir con lógica, palabras llenas de sentido, o palabras simplemente descriptivas. Puedo... Pero las palabras más tristes las escribo en silencio, en soledad, con la tinta de mis lágrimas dibujando el sentimiento en la almohada, envuelta en la oscuridad de la noche. Y de repente se torna en resignación, y se escribe sólo con unos ojos abiertos, una consciencia difuminada y un puño cerrado que, invisible, constriñe con dureza el corazón y la boca del estómago.

En contra de lo que hubiese sido común y lógico, descubrí sin sorpresa que estoy preparada para el último paso, aquel en el que cambiamos (porque la energía no se crea ni desaparece, sólo cambia de forma), y consciente de que es demasiado pronto para esa certeza me pregunté por qué. No pude hallar una respuesta diferente a la de hace meses, cuando quise y no pude. El saco de la experiencia es una carga pesada. ¿Y qué me queda esperar, sino seguir introduciendo más carga en mi hatillo a pesar de que siento que mis fuerzas flaquearon ya hace tiempo? Mi motivación sigue presente, y quizá por eso a veces olvido que tengo el hombro y el brazo doloridos de arrastrar el peso. ¿Mi vida es fácil y cómoda, como pueden pensar algunos? Cierto quizá, pero mi carga no es otra que espiritual, y para mí es la que más espacio ocupa... Como comparar un kilo de hierro y un kilo de paja: igual de pesados, pero ¿cuál, debido a su volumen, es más difícil de manejar?

Hace años creía que la vida se sobrellevaba a base de dar carpetazos, concluir los diversos problemas con un "olvidar y seguir adelante", creyendo que las heridas cicatrizaban y desaparecían, pero descubrí que la vida urga en la herida una y otra vez, impidiendo que ésta se cierre del todo. El pasado queda para siempre marcado como un tatuaje que puedes ver si te asomas a los ojos de alguien. Y un día te despiertas y descubres que la esperanza ha desaparecido, que ya has aceptado que la vida no tenía reservado para ti el derecho de tener paz y calma en una vida sin altibajos que avance sin prisa, pero sin pausa, descubres que has asumido que llegar a la meta para ti no es una opción, y que quizá nunca lo fue... o quizá te equivocaste en algún punto del camino y seguiste una ruta distinta que te lleva en círculos, una y otra vez, al principio...

No hace mucho tiempo decidí dejar de poner sonrisas perdonando a todo aquel que presumiendo de condescendiente alardeara de ofrecerme perdones mientras ignoraban sus propias faltas, como si me hicieran un favor por subirse a mis hombros para ver más alto, dejar solos a todos los que ven la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio... a todos aquellos a los que aunque les entregues tu vida les parecerá poco y te acusarán de egocentrismo... Si subieran un sólo peldaño más y desde esa perspectiva observaran con un poco más de objetividad la sensación de injusticia sería menos, o puede que inexistente. Pero esperas y eso no ocurre. Hay que dejar de subir peldaños por gente que no está dispuesta a subirlos. La reciprocidad te lleva a una situación justa, aunque la forma justicia obtenida no sea la más deseable.

Esto demuestra que ya perdí la ilusión de que la vida es justa, demuestra que ya no soy benévola al considerar lo que otros merecen de mí... No quiero perder esa ingenuidad de aquellos primeros pasos del camino, cuando crees, sonriente, que si arrojas tus mejores semillas a tu alrededor sembrarás un hermoso prado y crecerán hermosas flores, disfrutarás de su aroma y merecerá la pena. Alguien en este mundo merecerá que esa ingenuidad sea conservada. No quiero ser como "los otros"....

domingo, 23 de octubre de 2011

Declive

Ha llegado la estación de rojos turbios, marrones ajados y verdes perdidos.
Ha llegado la temporada de las lluvias, del frío, de las hojas deslucidas y el viento que corta el rostro. 
Ha llegado la época de cielos grises y días cortos, de calles desiertas y soles moderados. 
Demos la bienvenida al otoño, sin muchos aspavientos. Al fin y al cabo seguidamente vendrá el invierno, y será aún más frío. 

Las estaciones corren y de nada sirve añorar el olor de las flores en primavera si no sabes disfrutar del olor a hierba mojada. 
Sí, el cielo se oscurece... y sí, el ánimo se viste de gris... Puedes detener un reloj, pero no el paso del tiempo. 
Aceptándolo con valentía podrás levantar la vista al cielo y sentir humedecerse tu rostro con la helada lluvia, como un llanto ajeno que te abrazara en acto de empatía.

Mi vida es otoño.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mi mejor amigo


A veces intento imaginarme cómo habrían sido estos años si no los hubieras compartido conmigo. Sin duda, habrían sido medianamente buenos, con sus altibajos, como siempre, como de hecho lo han sido. Lo que marca la diferencia son los pequeños momentos que hemos compartido. 

Mi peludo amigo, cuántas mañanas has esperado paciente a que me levantara y al hacerlo me has dado los buenos días como si hiciera mucho que no nos vemos, cuántas noches me has aguantado despierto hasta la madrugada cuando yo estaba en cama por un simple catarro, atento a cada golpe de tos, y cuando una mala racha me pone triste siempre estás ahí, colocando tu manita suavemente sobre la mía  y mirándome como preguntándome si estoy bien, y a mi me emociona tanto ver cómo me cuidas que sólo puedo abrazarte y llorar.Y qué bonitas las tardes en las que juntos en el sofá vemos una película. Y mientras me adoras en silencio, aguantas mi estrés por el día a día, a veces víctima inocente de mi mal humor, siempre esperando que me vuelva la calma para pedir perdón por algo que no has hecho mientras te apartas a un rincón como sintiéndote culpable y con tus ojos llenos de palabras me pides por favor que te quiera y que te cuide.

Mi compañero fiel, que me conoces tan bien que no hace falta apenas que te guíe o que te ordene, un simple gesto con la cara es entendido por tu inteligencia secreta y te diriges presto a complacer sin esperar más que el seguir a mi lado. Me sorprendo a veces, cuando duermes junto a mi mientras yo estoy sentada frente al ordenador, de repente abres los ojos, levantas la cabeza y simplemente me miras durante unos segundos, como para comprobar que sigo ahí, y vuelves a dormir relajado. Tu presencia para mí se ha vuelto ya imprescindible sólo porque tu pureza, tu simplicidad, tu amor silencioso y tu comprensión sabia son insustituibles, inigualables, y sé a ciencia cierta que jamás encontraré algo igual en una persona.

Tú, que en los malos sueños me has acompañado, y que cuando estoy feliz parece que se dibuja en tu cara también una sonrisa, y dicho sea de paso si quiero hacerte feliz sólo he de llevarte de paseo, o regalarte unos mimos, o comprarte un juguetito nuevo. Mi querido amigo, los años ya te han hecho anciano y un poco gruñón. Ya no me soportas algunas veces, y de vez en cuando me gruñes. Pero ahora es a mi a quién toca perdonar cuando tengas mal humor, quererte sin medida, cuidarte cuando estés enfermo, ser tu apoyo incondicional... y sé que jamás podré llegar a pagarte todo lo que tú me has dado aún sin saberlo, y a pesar de que nadie sepa comprenderlo. Sólo espero que estos años pasen lentos, que tu vida sea interminable, tenerte para siempre conmigo porque ¿sabes, querido amigo? Ya no recuerdo mi vida sin ti.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Del baúl de los recuerdos he recuperado esta historia que escribí para una clase de literatura cuando tenía 16 años. 

No sé si decirte antes quién soy o empezar por revelarte la falsa vida que vives. Tanto una cosa como la otra te parecerán increíbles, te han programado para eso. Sí, no eres más que una máquina creada por un orate, te dio una capacidad de pensar aunque hay cosas que no puedes ni imaginar. Evitó que pudieses tener pensamientos propios para no perder el control sobre ti. Si esto es cierto y funcionas correctamente puedes estar preguntándote por qué te descubro todo ésto ahora. Me anticipo a tu pregunta y te revelo la respuesta: le gusta el riesgo. Ese viejo loco hijo de puta es un morboso.

Cuando piensas, imaginas, inventas, las ideas que están pasando por tu cabeza, o mejor dicho, por lo que tú llamas cabeza, son obra suya. Ésa es la verdad para ti. Creó un entorno similar al suyo, construyó una ciudad que se asemejaba a la suya, puso más imágenes animadas a tu alrededor que actuaran como personas, te dio una vida, te está entregando un presente y te está ofreciendo un futuro. Todo lo que oyes, sientes, piensas, percibes... todo a tu alrededor e incluso tú no es más que un espejismo que él creó para ti. Cuando juega con ese espejismo te parece que está pasando el tiempo, pero no es más que otra mentira. Si él quisiera te haría en este momento ser completamente feliz, pero le gusta jugar contigo.

Sé que al saber la verdad puedes resentirte, pero luego agradecerás la existencia que te regaló aquel día con su ordenador, como yo. Por cierto, él incluyó mi imagen en tu espejismo, hace tiempo, por simple morbo, soy otra imagen virtual consciente como tú. Si me preguntas si esto es cierto o intentas aclararlo de algún modo, te diré que es falso. Tengo que confundirte para que no te rebeles y sea imposible mantener el control sobre ti. Para eso fui creada.

Una vez él dudó si de verdad te parecía real el juego virtual que eres. Para él, en efecto, no lo era. Por eso incluyó en ti la idea de que todo era real, mandó a la papelera de reciclaje todas tus dudas e incógnitas. Esas clases de filosofía no eran más que situaciones creadas por él, circunstancias de riesgo que te dejaban atisbar la verdad pero sin descubrirla por completo. Ese suceso que tan mal te hizo sentir y que todavía aún recuerdas con dolor no fue más que el rápido movimiento de sus dedos sobre las teclas del ordenador. Cuando levantas una mano para abrir una puerta que no existe, cuando caminas, cuando hablas, lo que dices y lo que haces, todo es obra suya. Todas tus reacciones son pensamientos de un ido. Tu propio yo, tu identidad personal, tu forma de ser... todo eso no es más que pura fantasía.

Ya sabes la verdad, no eres más que un trozo diminuto de un microchip. Y a pesar de haberte revelado ésto él seguirá jugando contigo, sembrando en ti la duda de si vives en una realidad tangible o en una mera ficción de película futurista. Dudarás toda tu vida, porque yo me ocuparé de ello. Esta confesión te hará sumergirte en el mismo lago oscuro en el que yo estoy. ¿Por qué das por hecho que es cierto todo lo que hay a tu alrededor y tienes seguridad de tu existencia si no hay cosa más dudable que ella misma? Por otro lado, ¿por qué creer en mis palabras?

No tienes amigos, todos ellos son imágenes virtuales que actúan a su antojo. Estamos solamente tú y yo en este mundo falso, copiado. No hay nada más cierto para nosotros que la soledad que has sentido tantas veces en medio de la muchedumbre, esa sensación de que a nadie importas. En tu soledad está la crudeza de la realidad. Lo único que haces es obedecer órdenes, las órdenes que él te da, igual que yo. No tengo la culpa de haber aprendido a poner en práctica lo que hacen conmigo: jugar, aunque sean virtuales. Yo fui enviada para que naciese en ti la incertidumbre. Ahora que lo he conseguido no me iré. Como ya he dicho haré que ésta permanezca en ti hasta que los circuitos de su ordenador se desgasten y el trozo de microchip que te corresponde quede destruido. Si me preguntas, me reiré y te llamaré idiota. No hay terror más profundo que aquel del cual estoy siendo objeto. Es mentira, todo es pura mentira.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Sangre, suspiros y lamentos

Del baúl de los recuerdos he recuperado esta historia que escribí para una clase de literatura cuando tenía 16 años. 

Un pinchazo me atravesó la garganta, lento y suave, pero doloroso. Seguidamente noté cómo una succión me extraía la sangre de todo el cuerpo y el esfuerzo de mi corazón era ya inútil, porque aquel ser que tenía pegado a mi cuello me arrebataba el líquido que significaba la vida. Se me obnubilaron los ojos, me mareé, y cuando ese monstruo me soltó caí al suelo pesadamente. Notaba que mi cuerpo vacío ansiaba latir, y en la vacuidad que había dejado mi sangre se alojó la muerte. Los pensamientos me abandonaron, así como la realidad. Todo calló, todo se oscureció y me sumergí en un vacío de tinieblas que me arrastraba junto al ser divino que todos anhelamos, pero algo me cortó el paso y me expulsó, me empujó hacia el ser maligno, el ser de fuego y maldad, pero también allí me rechazaron. Abatida, mi alma quiso regresar a mi cuerpo que empezaba ya a ser pasto de la putrefacción, pero se encontró con una terrorífica presencia de muerte que la vida refutaba.

De esta manera me encontré viviendo en un cuerpo muerto, rechazada por la vida y con la muerte renegando de mi. Y en ese estado pregunté al ser que se encontraba junto a mí "¿qué soy?". "Eres una vampira", replicó. "Pero ¿estamos muertos o vivos, o somos acaso muertos vivientes?". Y me respondió con otra pregunta "¿cómo decir que estamos? Es mejor decir que no estamos muertos y que tampoco estamos vivos. Lo nuestro es un estado... especial. ¿No tienes hambre?". No pude contestar, pues aún no lo sabía. Me quemaba la garganta y mi cuerpo ansiaba un hálito de vida. Un jugoso olor dulce seguido de otro más amargo me envolvieron, y entonces supe la respuesta: vi a un niño dulce que caminaba de la mano de su acerba madre. Mi mente decía que no, pero mis manos muertas sujetaron al niño y mi boca degustó el suave sabor de la vitalidad del chico. "¡Mátalo completamente, no puede ser uno de los nuestros!", me conminó el ser mientras sorbía y degustaba el espeso crúor. Y entonces comprendí la realidad: ya no era humana, sino que me había convertido en un depredador hambriento, un monstruo sediento de sangre, como la horrible presencia que se erguía junto a mi, expectante. No pude aceptarlo y quise morir, pero se quedó en un mero deseo pues no puede morir algo que no está vivo, y el tiempo pasó.

Yo me integré y cacé como uno más. De vez en cuando me preguntaba si aún quedaba en mí algo de humanidad. Una vez interrogué "¿cuánto hay de humano en nosotros?" y me ordenaron "cállate, no pienses y sobre todo no intentes transformarte en algo que ya no eres. Calla, caza, bebe y aliméntate, esa es tu motivación." A pesar de todo tengo que aceptar que cuando mataba una paz volátil, de unos pocos minutos, me embargaba y era feliz.

Es amargamente burlesco empezar a apreciar las cosas cuando las has perdido irremediablemente. Como consecuencia, yo empecé a envidiar a todo aquel que gozaba de todo lo que yo anhelaba, y con los celos llegó el odio, y con el odio la locura. Envidiaba a los vivos por vivir y a los difuntos por disfrutar del sueño eterno. Y los odiaba. No existe palabra que sirva para describir cómo ambicionaba yo la muerte. Repudiaba el estado en el que estaba, quería morir o vivir, y mi puerta de escape fue sumergirme aún más en lo que era, dejarme llevar por mis nuevos instintos, matar. Sentía como si cada vez que asesinaba a alguien yo fuese desfalleciendo poco a poco.

Mi demencia creció hasta tal punto que llegué a ser un monstruo terrible incluso para los de mi propia especie. Jugaba con mis víctimas, disfrutaba sobremanera viendo sus expresiones de terror petrificarse cuando sus corazones se paraban. Producía en mí la misma reacción que una droga, quería más y más, hasta que llegué a matar seis o siete veces cada noche, un número excesivo. Mataba más por placer que por necesidad. Mis hermanos incluso iniciaron la ardua tarea de hacerme comprender que me estaba equivocando, estaba acabando innecesariamente con nuestra comida, pero pronto desistieron: era inútil, cuando un vampiro se decide a no escuchar no hay nada que le haga cambiar de actitud. Horroricé a mis propios compañeros, me temían ya tanto que huyeron, se apartaron de mí. Me encontré abandonada, loca, inhumana y ansiosa de sangre.

Y en vez de corregirme hice todo lo contrario. Me pasaba las noches enteras mordiendo cuellos, arrancando de cuajo corazones, partiendo gargantas y torturando débiles humanos. El número de sacrificios por noche ascendió de forma alarmante y más de una vez estuvo a punto de sorprenderme el amanecer. (Tengo que aclarar que un vampiro no puede soportar el amanecer, pero una vez el sol está arriba puede aprender a soportar el sol.) Esas noches tenía que esconderme precipitadamente, porque aunque lo que más deseaba era morir, también tenía un cierto instinto de conservación y, sobre todo, mucho miedo a lo desconocido. Cierto que en ese tiempo el querer descansar para siempre pasó a un segundo plano, porque me divertía matando como no lo había hecho nunca. Ahora me doy cuenta de que mi nueva naturaleza había devastado casi totalmente a la persona que yo había sido, pero aún quedaba algo, sí. Cuando lloraba al ver a un niño sollozar abrazado a su madre muerta mientras yo aún saboreaba su sangre, y cuando veía las lágrimas correr por un rostro femenino al que yo había obligado a observar cómo acababa con su joven marido, y cuando la débil anciana me pedía entre lágrimas que la tomara a ella y no a su nieto... todavía seguía siendo una persona.

Por las noches vagaba solitaria. Algunas, cuando necesitaba con urgencia algo de compañía, compartía mi solitud con los humanos. A veces iba a discotecas o conciertos al aire libre. Pero aún así me sentía sola en medio de la multitud. Cuando esto no pasaba, solía irrumpir en los hogares de mis víctimas por sorpresa, a veces haciendo mucho ruido, otras sigilosamente. Y así pasaba el tiempo.

A estas alturas os preguntaréis cómo, si realmente soy vampira, puedo soportar la luz del sol, como ahora. Es sencillo. Ocurrió una noche cuando fui a una de las mencionadas discotecas. El aire siempre estaba saturado de olores corporales, algunos suaves y agradables, otros agresivos e intensos, todos muy atrayentes. De repente, entre la multitud, descubrí a un individuo que me observaba meticulosamente. Parecía estar midiendo mis facultades. Por un momento creí que habían descubierto mi naturaleza sobrehumana, pero de repente le percibí, LE OLÍ, y supe con certeza que era uno de los míos. No sé cómo explicar la forma en que lo averigüé. Su olor era distinto, tan imperceptible que los humanos apenas lo notan y cuando lo hacen lo confunden. No saben que lo que experimentan es el olor a muerte truncada.

Ese individuo se aproximó a mí, se acercó a mi cuello. He de admitir que me asusté, creí que se estaba equivocando, pero entonces escuché su susurro: "Ven conmigo, yo le daré sentido a todo ésto". Le seguí, obediente, y desde ese momento ese vampiro fue mi padre, mi madre y mi maestro. Cierto que duró poco, pero en su brevedad aprendí a ser lo que ahora soy. Aprendí a soportar el sol, a aparentar ser humana, y se lo debo todo a él. Además he aprendido a digerir comida humana, aunque la sangre siga siendo necesaria. El vampiro que me enseñó también me abandonó, era un vampiro errante, pero a él le debo mi integración con los humanos y el leve alivio de mi soledad. De día soy una persona completamente normal, voy a clase, tengo amigos, y de noche salgo a buscar mi verdadero alimento después de un breve sueño reparador. Consigo pasar desapercibida como otro humano más, pero seguí sola en mis paseos nocturnos, y en mi soledad quise un compañero, y me hice uno. Sabía que estaba prohibido por la ley, pero estando sola nadie podía castigarme. Elegí a un chico que sería el vampiro perfecto, le cogí desprevenido mientras dormía en su casa, después de haberle seguido todo el día desde que salimos de clase. Mientras se retorcía y se agitaba con excitación a la vez que se transformaba, sentí un dolor punzante en la zona que se encuentra el corazón. Desde entonces nunca he vuelto a sentir pena por nadie, ni siquiera una pizca de compasión por aquel niño que abraza a su madre, ni aquella joven que llora, ni aquella anciana que protege a su nieto. Nada. Ahora mi compañero y yo cazamos juntos cada noche, somos una pareja de fieras salvajes persiguiendo débiles cervatillos. Y puede que algún día vayamos a visitarte.

                                                                                         Tiphse Utdase.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Una hoja aún verde y tierna se abandonó y se dejó caer. Yo, que me hallaba tumbada bajo su árbol esperando lo imposible, la contemple en su elegante movimiento de descenso, como pluma flotando en el aire. Se posó sobre mi pecho y se quedó ahí sin decir nada, sin pedir nada, sin esperar nada de mi, agradeciendo en silencio el apoyo que mi cuerpo le brindaba para luchar contra la gravedad. Yo ni me atrevía a tocarla, tan frágil me parecía, y sólo podía admirarla como el que se maravilla con las cosas prohibidas. Temía moverme por miedo a que cayera al suelo y se mezclara con las hojas muertas, temía hasta rozarla con mis dedos por si mi delicadeza no era la suficiente y la hería. Quise volverme tierra fértil que la alimentara y la nutriera hasta florecer, que de ella naciera un arbusto sano que al crecer se convirtiera en un árbol fuerte e invencible. Quise ser refugio para sus incipientes ramas y sol hacia el que éstas se dirigieran buscando la luz. Y de repente la hoja cobró vida y me habló, dijo que de las hojas no pueden crecer árboles, que eso era sólo una ingenua ilusión, que su destino siempre fue caer y marchitarse. Seguidamente, como si fuesen imágenes de una película acelerada, su color verde brillante se fue apagando progresivamente hasta volverse marrón . La hoja ya no era hermosa. La hoja había vertido su vida en mi pecho, y mi piel absorbió su alma y su esencia. Y entonces fui por fin su tierra fértil y su refugio, y le brindé mi sangre para que se alimentara de ella. Qué hermoso era para mi ese lugubre tono otoñal del que se había teñido.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Hasta la suela de un zapato

Me levanto con prisa, no he oído el maldito despertador. Se me ha hecho tarde. Desayuno a toda velocidad, me visto con lo primero que encuentro y salgo apresuradamente mientras aún me cepillo el pelo. Conduzco a toda velocidad, maldiciendo los semáforos y a los que renuevan el carnet de conducir después de los 70... Por fin encuentro un lugar para aparcar y salgo del coche. Comienzo a caminar a paso ligero, dejando atrás calle tras calle. De repente me invade una sensación incómoda... Estoy empezando a notar que las decenas de transeúntes con los que me cruzo fijan los ojos en mi con una expresión que no acierto a identificar. ¿Sorpresa? ¿Miedo? ¿Burla? Al principio apenas hago caso, pienso que es una mera coincidencia, pero al final resulta tan obvio que me asaltan las dudas. ¿Me he dejado sin querer las zapatillas de andar por casa? No... ¿Acaso es que tengo una mancha en la ropa? Tampoco... ¿Serán diferentes mis zapatos? No, pertenecen al mismo par... No se me ocurre qué puede ser tan llamativo y tan diferente que capte la atención de todos los paseantes. De pronto se me ocurre... ¿me tizné la cara con algo? ¿Dónde puedo mirarme?

Siento vergüenza de que la gente me vea mirarme en el espejo retrovisor de un coche, pero la curiosidad y el miedo a estar haciendo el ridículo pesan un poco más en la balanza, así que me acerco a un coche con el fin de indagar en mi reflejo, y me miro... pero un momento... un sonido de alarma en mi interior: ocurre algo extraño. Entonces me doy cuenta ¡¡¡que no me reconozco!!! Me invade un escalofrío intenso, el horror explota en mi como una bomba atómica provocándome un ataque de ansiedad del que apenas me percato... ¡¡¡MI CARA!!! Entonces surge, como un pitido incómodo en la base de la cabeza, la terrorífica pregunta:  ¿qué soy?

De repente el sol se oscurece, como si un nubarrón de un negro intenso se hubiera colocado justo delante. Mi instinto hace que vuelva la vista hacia el cielo... y lo veo... veo la suela de un zapato enorme descendiendo paulatinamente justo encima de mi. El tiempo parece detenerse, y a la vez parece ser el segundo más corto de la historia del tiempo. No puedo escapar, va a aplastarme. Mi cuerpo se quiebra y se esparce con un crujido en mitad de un pequeño terremoto cuando la suela golpea el suelo. Me quedo pegada a la goma negra. El oído es el último sentido que se pierde al morir, ahora puedo confirmarlo, pues cuando ya no veía ni sentía pude oír,  muy a lo lejos, la voz de un hombre que decía:
-¡¡Cucaracha asquerosa!!

domingo, 21 de agosto de 2011

De repente me ha explotado la inspiración, o más que inspiración son las ganas. Hoy querría escribir algo sencillo y directo, algo donde dejar constancia de todo este vapor lento y etéreo que se me desprende y que al leerlo todos notaran la humedad cálida en el rostro. Hoy quisiera conocer todas las palabras para que mis frases fueran exactas. Desearía, más que todo lo anterior, que las palabras no fueran intermediarias, comprimir todo en un haz de luz cegadora que atravesando las pupilas llegara directamente al corazón de cualquier lector que quisiera perder un segundo en conocer (o reconocer) lo que miles de latidos cuentan.

Haber paseado esta noche por la telaraña de la poesía me ha recordado poemas en los que me identificaba y descubrirme en otros que me eran desconocidos. Persisten, resonando en mi cabeza, aquellos que tratan sobre ese sentimiento que es la locomotora de mi vida. Y pensando en ellos diría que no me siento poderosa, pero me crezco cuando algo falta y corto lo que sobra. Podría salir disparada a ganar el cielo (cuando encuentro la energía necesaria para impulsarme con mis pies pequeños). Dejo sin dudar mis ojos en el plato y parto a tientas incluso sin preguntar si le gustan mis ojos solos. Sin tácticas ni estrategias espero lograr el mismo resultado y que me necesiten pero sin llegar a ser imprescindible. Vivo como si el conjuro del amor fuese eterno. Soy quién quisiera moldearle en barro y repetirle una y otra vez, porque todas sus virtudes son preciosas, y el haber luchado contra el desencanto tantas veces no me quita la esperanza de que alguna vez no invente la mirada, quizá a menudo erré al apostar todo por nada y sin garantías. A veces acaricio, estrujo y muerdo cuando me transformo en la mujer de humo. Me doy toda y me fundo para siempre hasta que la calidez se vuelva hielo. Jamás me pregunto por qué no hablé o lloré aquel día, pues guardo el orgullo para aferrarme a él cuando ya todo está perdido. Querría ser eternamente la niña que siente mucho y nada sabe, pero me doy cuenta de que hoy sé que no me equivocaré de nuevo cuando sienta mucho.
Y con esto por fin he creado un bosquejo de mi autorretrato en un puzzle cuyas piezas he tomado de aquí y de allá. No confundáis torpeza con reserva, pues sólo llegué a descorrer un poco la cortina. Sólo os cuento lo que no tengo reparos que conozcáis, pues soy consciente de que algunos (muchos) bien podrían ser tomados como ejemplo por aquellos animales protagonistas de fábulas que quisieran perfeccionarse. Y ellos sí me dan miedo. Mucho miedo.

domingo, 14 de agosto de 2011

"Y ya no vi a mi madre más"... Jamás olvidare el momento en que te oí pronunciar estas palabras. Yo estaba sentada en una silla, a tu lado, libreta y lápiz en mano, dispuesta a llenar esas páginas vacías con tu historia y tú, de frente a mi y haciendo esfuerzos por controlar el temblor de tu voz, entraste a esa parcela de tus recuerdos más tristes. De vez en cuando te detenías por unos segundos, a veces para ordenar tus recuerdos en la cronologia del tiempo y otras porque tus palabras te dolían. Yo era sólo una niña que aún creía que el tiempo era infinito y en lugar de arrojar la libreta y arroparte en un abrazo me quedé quieta, me trague el abrazo y seguí escribiendo. Quise creer que si ignoraba el dolor que querías ocultar sin conseguirlo éste desaparecería, y aunque no fue así yo seguí inmóvil en la silla con la misma ilusión de que siempre habría un mañana, pero decidí no torturarte más y ese día dejamos incompleta tu historia en las páginas rayadas de mi libreta infantil.

Con el tiempo me enseñaste que no hay que dejar escapar los momentos. Tu vida se fue apagando y yo seguí estupidamente esperando a un mañana hasta que dejó de haberlo. No obstante te sigo sintiendo muy cerca, invisible, mi protector silencioso que a veces me hace regalos en la noche de San Juan.

Quizá no importe decirlo todo, quizá lo único que importe es que los dos lo sepamos, pero no quiero guardar para mi lo que sonaria tan hermoso. Sólo escuchame mientras me miras a los ojos. Tú lo sabes. Tú lo comprendes.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Inflamable

Enciendo un cigarrillo. La brasa tímida se extingue a la mitad, sin razón aparente, como si no fuera ya capaz de calcinar lo que en otro tiempo fue tan fácil consumir entre mis labios, como una burla, lo material representando la obra que nadie escribió y que me tiene a mi como único espectador porque es mi realidad la protagonista, y mi pasado el antagonista.

Parece que mi silencio pidiera a gritos clemencia, como mi abuelo cuando exclamaba en su imperfecto castellano: "Abaja ya, Migue!" Extraño sus ojos translucidos observando tras unas gruesas gafas de montura marrón desgastada por el tiempo y el uso, esos ojos sabios a pesar de su ignorancia de casi todo aquello que tiene que ver con la cultura. Si supiera que desde algún lugar lejano puede oírme le pediría ayuda en ese tono que él sabría entender. Quizá tengo la creencia estúpida de que al morir nos transformamos en alguna clase de ser omnipotente que puede resolver con un chasquido de dedos cualquier banalidad de nuestro mundo... eso que dejó de ser banal cuando comenzó a quitarnos el sueño y la sonrisa.

Es una noche de pensamientos desordenados, de miradas viajando a ninguna parte, de escalofrios que nacen de un momento en el que el corazón se detiene por centesimas de segundo y quema en los ojos... Es una noche en la que apenas sé escribir porque se me quedan cortas las palabras y mis descripciones se convierten en un rompecabezas mal calculado. Sólo me sorprende la sensación de querer abrazar toda esta angustia y llevarla muy dentro de mi. Sé que entonces la consumiria hasta sus últimas consecuencias, más de lo que soy capaz de consumir este cigarrillo.

P.D. Acaba de cruzarse ante mis ojos una estrella fugaz. Estás ahí, abuelo?

sábado, 30 de julio de 2011

Fiesta de disfraces

El ejecutivo cubría su rostro con una máscara de aquellas utilizadas en los teatros griegos representando la comedia, con la amplia sonrisa y los ojos pequeños. La vedette se había escondido tras una gasa suave que disimulaba sus verdaderas intenciones, mostrando una ilusión de equilibrio y mesura, como si flotara sobre un mar en calma. La equilibrista de circo acudió con su ropa de trabajo y paseaba a través de los invitados haciendo equilibrios. El cocinero transoceánico quería colar entre sus fogones a la equilibrista. Había un reducido grupo disfrazado de orejas y ojos...

La fiesta de disfraces tenía la música que cada cual escuchara en sus cabezas y todos bailaban en su propia burbuja independiente. Si alguno de los asistentes notaba que su danza coincidía con la de algún otro invitado rápidamente fundían sus burbujas y bailaban juntos. Otros, siempre bailaron juntos aunque lo hicieron desde burbujas independientes, pues no acababan de lograr que sus ritmos se acompasaran. También los había que bailaban con los ojos cerrados, pues no querían compañía.

El momento cumbre de la fiesta de disfraces llegó a medianoche. Las tuberías de riego automático que se habían colocado por todo el techo de la sala comenzaron a funcionar. Un agua corrosiva y tóxica fue destruyendo todas las burbujas y empapando a sus ocupantes. Los disfraces se comenzaron a desintegrar, deshilándose y cayendo, enredándose con trozos de disfraces ajenos, formando un batiburrillo de colores y formas sin sentido ni explicación. Después de cinco minutos el agua dejó de caer. Los invitados se miraron unos a otros y de repente se dieron cuenta: todos estaban desnudos. Sus trajes fundidos gobernaban el centro del salón y ellos, a su alrededor, dejaron de mirar sus ropas y comenzaron a mirarse entre ellos, y no sólo a mirarse, sino a VERSE tal y como eran. Al fondo de la sala había un espejo en el que también se miraron. Algunos no pudieron soportarlo y se arrojaron al centro de la masa informe de los restos de los disfraces, donde estaba la dimensión aparente de las cosas.

Los que decidieron quedarse pronto comenzaron a intentar cubrirse con sus manos y brazos, avergonzados por su desnudez. Los que habían bailado en la misma burbuja se ayudaban a esconderse. De repente uno tuvo una idea, agarró uno de los manteles y se cubrió con él. Muchos lo imitaron... Y pronto todos recuperaron la fiesta de disfraces con temática de romanos, pues es sabido que el hombre es hábil para modificar y dirigir las cosas a su favor. Para cuando volvió a caer el agua del riego automático, ya habían olvidado que bajo aquellos manteles blancos todos estaban desnudos.

viernes, 29 de julio de 2011

Tengo una lombriz en mi interior. Se mueve, repta por todo mi cuerpo, me hace cosquillas y me agita, me causa malestar a veces. La lombriz se coló por casualidad un día y sé que aunque se marche quedarán vestigios. Un día sus huevos eclosionarán y me veré invadida por centenares de estos diminutos seres, me consumirán, se alimentarán de mi y a medida que crezcan yo me haré más y más pequeña. Ya no hay vuelta atrás. Hoy me dió un ataque de tos y la lombriz salió disparada al exterior. Cuando cayó al suelo se rió de mi. Su mofa fue una sentencia de muerte.

domingo, 17 de julio de 2011

Atardecer estival

En mitad de la nada, justo en el centro del todo que somos, perdidos, en total incongruencia para aquellos que no alcanzan a ver más allá de sus prejuicios y sus juicios, con el sol creando tibieza y la cigarra acompañando con su coro chirriante las notas de unas cuerdas cuyo sonido se perdía entre el follaje y el tiempo que se iba escurriendo gota a gota en total calma.

Notas tristes y rítmicas traían melancolía, abrazaban el alma y luego escapaban veloces hacia el infinito sin llevarse nada y sin dejar más que un recuerdo fugaz en el tímpano. La brisa acudía celosa y hurtaba esos compases nostálgicos y envolventes para viajar con ellos al pretérito.

Solitud pausada en esa escena donde no existían ni el antes ni el después, donde cualquier atardecer sería idéntico, donde quedaban relegados al olvido la realidad y toda su deformidad fruto del ser humano. Las horas vivieron y murieron en ese marco de calma. La respiración se acompasaba sin pretenderlo, guiada por la caricia del viento. 

El aroma era caliente, una pizca de naturaleza perfumada con tonos ocres. El sol proseguía su viaje imperceptible modificando el reflejo, acariciando paulatinamente con dedos transparentes cada rincón del paisaje como un amante delicado y paciente que se deleita en el cuerpo adorado. 

Pupilas perdidas, dirigidas hacia el azul inscrito en una limitada cromática de verdes. El distendido silencio. La inmortalidad de las imágenes petrificadas que trataban de captar más el espíritu que la escena. Tras el regreso a la existencia frívola y absurda, la sensación de haber poseído por y para siempre, con sosegada avaricia, la plenitud de toda una tarde de verano. Sin duda, en algún recóndito plano de la existencia, será una tarde eterna.

sábado, 16 de julio de 2011

Podemos ser el sol

Hoy el sol salió para mi y me abrazó con su cálido manto invisible. Yo, helada como estaba, congelé sus hilos luminosos y creé un sendero nevado desde mi piel hasta el sol. A mitad de camino el calor del astro rey fundió los hielos, las gotas que se deslizaban reflejaron la luz y apareció el arco iris. Era como un puente multicolor que cruzaba mi gélida estela, a mis ojos como una negativa transparente. El sol se rió: "No hay tristezas que yo no pueda fundir." 






Yo incliné la cabeza en un acto de sumisión. Me rendí ante los mandamientos del sol y mis manos agarraron los restos fríos de mi camino. Con fuerza apreté los puños hasta partirlos en pedazos, mantuve las manos cerradas y al poco sentí el líquido frío escurriéndose entre mis dedos, cayendo gota a gota y perdiéndose en el subsuelo. Recordé las palabras del sol: no hay tristezas que yo no pueda fundir, y sonreí ante el descubrimiento de que todos podemos ser el sol. 

El pez grande y el pequeño

Como un inmenso gato negro la pantera exhibía su impactante silueta. Visto así, a contraluz, bien podían haberla confundido con  una pequeña leona. Inmóvil, excepto por la danza lenta e improvisada de su cola, oteaba el horizonte en busca de dios sabe qué. Su respiración era agitada tras una veloz carrera. Sus extremidades eran poderosas, sus músculos, fuertes, sus garras afiladas y certeras, sus mordiscos... mortales. Sus ojos (que escrutaban más que mirar), se clavaban como flechas en todo lugar hacia el que se dirigían con la mirada fría, cruel. Tenía la boca entreabierta mostrando orgullosa sus dientes turbios.

Pero esta historia no trata sobre la pantera negra. De hecho, trata sobre el mosquito enclenque y moribundo que clavó su aguijón en la dura piel de la pantera y contaminó su sangre con la enfermedad. Días después, centenares de moscas, gusanos y demás insectos necrófagos devoraban el cuerpo putrefacto de aquella poderosa pantera. Ahora tenía la boca entreabierta en un rictus un tanto ridículo, los ojos opacos y lejanos, la fuerza desprendida y perdida en alguna parte... un gatito de salón echando una interminable siesta. Qué ironía cuando es el pez más pequeño el que se come al grande.

El ritmo del silencio

Silencio.

Aunque sigo oyendo gritos en mi cabeza, mi boca calla, está bajo mi control. Imágenes oscuras a veces, de un cegador azul eléctrico otras... las más, con diferentes tonalidades de grises.  Pero siempre,

Silencio.

Explosiones mudas. Nacen seres minúsculos que viajan a toda velocidad por mis venas y arterias armados con pequeñas plumas. A veces bombean también los manantiales de mis ojos casi hasta desbordarlos. Y todo ello en el más rotundo y absoluto

Silencio.

Arriba y abajo, una montaña rusa con lentas subidas y súbitos descensos. En su travesía nadie grita. Cientos de labios inferiores son mordidos para que no escapen sonidos prohibidos. Los rebeldes quieren alzar sus voces, dejarlas escapar libres al viento. Pero los guardianes acechan...

Silencio.

Ahí está ese orate que quiere atreverse a romper la norma, lucha con fiereza contra las cadenas que lo atan y no ceja en su empeño de arrancarse la mordaza, llenar de aire sus pulmones enormes, abrir hasta el infinito su boca a estrenar y contaminar su garganta con el crimen prohibido. Y después, pena de muerte o rebelión de los reprimidos. Pero ya nunca más habrá

Silencio.

Mi mundo imaginario

El sol pinta de luz mi mundo imaginario. En el horizonte, unos negros nubarrones acechan, se acercan lentamente, degustando la anticipación a la batalla. Mi viento imaginario soplará y soplará con todas sus fuerzas intentando mantenerlos alejados. En mi mundo imaginario yo soy el mar, que va y viene sin descanso, en él siempre puedes llegar más y más profundo, embravecido provoca naufragios y arrasa las ciudades (de mi mundo imaginario) con violentos tsunamis, pero en calma es un lago tibio y agradable donde los niños aprenden a nadar y juegan a la pelota.

En mi mundo imaginario yo soy un árbol inerte que observa impotente el paso del tiempo y la sucesión de acontecimientos. Mis ramas secas ya casi rozan el suelo color amarillo (como el camino que anduvieron el hombre de hojalata, el león cobarde y la niña de los zapatitos rojos). Mis ramas nuevas tienen hojas pequeñitas que se esconden para no ser heridas por el abrasivo sol.

En mi mundo imaginario también soy un vencejo, que en su vuelo interminable observa desde una perspectiva superior ganando en objetividad, pero perdiendo en dedos de frente. Y es que cuando se trata de mi no hay objetividad, mis sentimientos me embaucan, traidores, me engañan y me arrastran hacia su cárcel y me hacen su esclava, y sólo me queda esperar hasta que un sentimiento antagonista luche y me libere de nuevo. Como un criminal reincidente, no hago más que entrar y salir de esa cárcel.

Mi mundo imaginario teme al terremoto, a la tormenta y a los huracanes. No hay trincheras ni refugios, sólo millones de kilómetros áridos con algunos oasis y justo en el centro del desierto, una enorme selva llena de fauna y flora donde vive una escurridiza serpiente de enormes dientes tóxicos que de vez en cuando me hipnotiza con su baile sinuoso y súbitamente me ataca, impertérrita quizá por el uso, dejándome siempre a merced del delirio y el shock provocados por el veneno.

Voy a destruir mi mundo imaginario. Hoy seré aquel avión pilotado por Claude Eatherly y dejaré que el hongo caiga en el centro mismo de la selva. Habrá un invierno nuclear en mi mundo imaginario y moriremos todos. Entonces, en ese mismo momento, miraré hacia otro lado y comenzaré a construir mi nuevo mundo imaginario en otra parte. Esta vez quedan exiliados los sentimientos que esclavicen, las serpientes y las tormentas. ¿Quieres venir a vivir a mi mundo imaginario?

sábado, 18 de junio de 2011

Obsesión mortal

Al sacarle los ojos las gotas de sangre tiñeron sus dedos de un tono rojizo y pegajoso. Fantasía y realidad confundidas en su mente, mezcladas como una espiral infinita de cadenas enredadas. Tomó una fresa del plato y la partió en dos con el mismo cuchillo con el que le había cortado el cuello, y al cogerla con sus dedos sangrientos la endulzó con un sirope malvado de muerte y tragedia. Mientras saboreaba el amargo dulzor de la exótica fruta dirigió sus ojos fríos hacia el cuerpo inerte. Ella estaba en el suelo, con las cuencas vacías y la boca entreabierta, su cuello derramaba aún aquel líquido espeso que enmarcaba su cabeza como una almohada. La tenue luz era el complemento perfecto para aquella escena macabra, pero al mirarla él sintió que no era suficiente. Ella seguía siendo demasiado bella. Ya la había desprovisto de aquellos ojos condenadamente profundos que habían sido como un imán para él. Allí estaban aún, desordenados junto a ella, y  aún parecían mirarlo burlones...

La risita que se le escapó sonó como un preludio a algo horrible... tomó uno de los ojos casi con desprecio y lo observó fijamente. Mirando al interior de aquella pupila huera de vida, y sin apartar la vista dirigió un insulto hacia ellos: "Maldita puta". Con los dos ojos en la mano, se dirigió al aseo y los arrojó al interior del inodoro. A partir de ahora esos ojos sólo verían residuos, putrefacción... la misma basura que ella había sido.


Volvió al cuarto de estar y paseando delante de ella le

hizo una pregunta: "¿Y ahora, soy lo suficientemente bueno para ti?" Con la mano limpia se acarició las cicatrices del rostro quemado y desfigurado. Ya no le rechazaría más. Manoseó el cuerpo aún tibio y susurró en su oído: "Ven aquí, preciosa, voy a enseñarte lo que es un hombre de verdad..."

viernes, 17 de junio de 2011

El poeta

Erase una vez un poeta que asfixió a su musa de tanto adorarla. La pena y la melancolía impulsaban al exterior aquella ilusión que anidaba en la superficie de sus ojos. Ya no había nadie en el mundo digno de colarse por ellos, nadie que conociera el camino, nadie que, simplemente, los viera. Su sonrisa era la máscara de aquella nostalgia por la musa perdida. Ella era el sol, ella era una tarde lluviosa de invierno, ella era un paseo por una playa solitaria bajo la luz de una luna anaranjada, un soplo delicado de una brisa cálida, un relámpago cegador que envolvía en llamas un árbol, la primera sonrisa de un bebé... ella era para él la vida en su faceta hermosa y también en su faceta más desagradable. Ella, simplemente, ERA.

Y aquel día, sin murmurar una palabra de despedida, ella lanzó su último suspiro mientras luchaba por algo de libertad entre sus brazos. Él se resistía a soltarla, jamás la dejaría ir, pero ella, sin dejar de brillar ni por un segundo, se volvió aire y se mezcló con el resto del mundo. Él abrió y cerró frenético sus manos intentando alcanzarla, corrió como un loco tras su imagen cada vez más transparente, y cuando finalmente ella se hizo invisible se dejó caer al suelo, sentado de rodillas, y con el rostro envuelto con sus dedos gritó y derramó su amor imposible como si de un líquido inagotable se tratara.

Después de llorarla durante horas... días... ¡¡¡AÑOS!!! Supo que jamás dejaría de adorarla. Se rindió ante su amor sin reprocharle su huida, abrazó su recuerdo intentando saciar el deseo de su carne, la besó en su mundo imaginario y después la hizo pedazos, descuartizando cada virtud, cada vicio, deshaciéndola en millones de partículas, y luego sopló sobre ellas. Y aquellos pequeños átomos se esparcieron por el mundo, anidando en cada cosa que encontraba a su paso. "Ella era el sol, ella era una tarde lluviosa de invierno, ella era un paseo por una playa solitaria bajo la luz de una luna anaranjada, un soplo delicado de una brisa cálida, un relámpago cegador que envolvía en llamas un árbol, la primera sonrisa de un bebé... ella era para él la vida en su faceta hermosa y también en su faceta más desagradable. Ella, simplemente, ERA." Y él contempló el mundo que ella había invadido y no pudo menos que someterse voluntariamente a la esclavitud, abrumado por su belleza, su inmensidad, su plenitud, no pudo menos que dejar de ser su dueño para ser su sirviente. Contempló con admiración su existencia, aquella que sus brazos no eran capaces de abarcar. Se sintió pequeño, afortunado... y en sus entrañas algo se encogió y llevó a sus ojos la tibieza de una lágrima incipiente. Era demasiado hermoso como para no dejar vencer a la melancolía, pues más que nunca deseó abrir sus brazos y abrazar a su musa, pero esta vez con suavidad, delicadeza, como si fuese un cristal a punto de romperse en sus manos. Nunca habría imaginado, hasta entonces, lo delicada que en realidad era.

miércoles, 8 de junio de 2011

¿Por qué hay que luchar contra el maltrato animal?

"La crueldad hacia los animales no es una válvula de escape inofensiva en un individuo sano... es una señal de alarma".
Supervisor y Agente Especial del FBI Allen Brantley.

En esa frase se resume uno de los mejores argumentos que se le pueden dar a un no-animalista para luchar contra el maltrato animal. Y es que no se puede negar que cuando el sufrimiento ajeno (ya sea en animales humanos o no humanos) es motivo de regocijo o disfrute, algo no anda bien en la azotea... Intentemos meternos un poco en esas mentes... ¿Por qué maltratar? El maltrato es señal de que hay traumas no superados, complejos, y el individuo tiende a someter a cualquier otro que le parezca más débil, lo que en primer caso suele ser un animal. Más adelante el individuo se envalentona y se atreve cada vez a más, el problema va en aumento, la violencia genera violencia... Poco a poco los animales dejarán de ser suficientes y entonces el individuo empieza a maltratar a personas. En muchas ocasiones, este proceso acaba en asesinatos tanto de animales como de personas. Y es que maltratar un animal no significa que se acabe siendo un asesino en serie, pero en casi todos los casos los asesinos en serie cometieron actos de crueldad con animales. Pongamos algunos ejemplos de asesinos en serie:


JEFFREY L. DAHMER: Asesinó y desmembró a 17 hombres, llegando incluso al canibalismo. En su niñez, Jeffrey empalaba perros y clavaba estacas a gatos en su jardín. 


Dylan Klebold               Eric Harris
ERIC HARRIS y DYLAN KLEBOLD: Con 17 y 18 años llevaron pistolas a su instituto y asesinaron a 12 niños y a un profesor. Seguidamente, se suicidaron. Eric Harris solía aplastar la cabeza a ratones y prenderles fuego. Los padres de Dylan Klebold sabían que tenía armas en casa, pero pensaban que era para disparar a los pájaros carpinteros. 

EDMUND EMIL KEMPER III: Fue condenado a 8 cargos de asesinato perpetrados contra mujeres, una de ellas su propia madre. Cuando tenía trece años solía matar a los gatos del vecindario: los enterraba vivos, ponía las cabezas en estacas y hacía conjuros, llegó a cortar a rebanadas la cabeza de un gato, decapitó a su propio gato y lo troceó. Años más tarde hizo lo mismo con su madre.

KIP KINKEL: Con 15 años asesinó a sus padres, prendió fuego a la cafetería de su instituto (resultaron muertos 2 estudiantes y 22 heridos). Le gustaba torturar animales y alardear de ello. Decapitaba gatos, diseccionaba ardillas. Sus compañeros dicen que tenía poca paciencia. Al incendiar la cafetería su expresión era normal, como si lo hiciera cada día. "Y realmente lo hacía cada día, pero no lo tomaba en serio si tenían 4 patas".



ALBERT DESALVO El "Estrangulador de Boston": Asesinó a 13 mujeres, cometió robo armado, asalto y delitos sexuales hacia 4 mujeres. En su juventud encerraba a gatos y perros en jaulas para divertirse lanzándoles flechas.

 LUKE WOODHAM: Con 16 años apuñaló a su madre hasta matarla, se dirigió al instituto y disparó a sus compañeros, hiriendo a 7 y matando a 2. En su diario contaba como había pegado, quemado y torturado a su perro hasta la muerte, cosa que describió como una "verdadera belleza". Un vecino fue testigo del asesinato de Sparkle, el perro, pero no lo denunció. Seguramente si hubiera sabido lo que iba a ocurrir, lo hubiera hecho. 

Y ahora, a los animalistas y a los que no lo son, os hago una pregunta: ¿os parece esto suficiente motivo para luchar contra el maltrato animal?