Se acarició la barbilla con mano temblorosa, mirando su reflejo con actitud crítica. Era un anciano con algunas monedas, demasiada gomina en el pelo y un paquete de tabaco en el bolsillo. Con gran esfuerzo agarró firmemente la seguridad en sí mismo y todos sus nobles principios, atravesó el salón desierto y cerró la puerta al salir. Quién sabe dónde estaba su mente mientras el ascensor descendía hasta la planta baja y se dirigió por inercia hacia el mismo lugar de siempre.
Rememorando conquistas saludó a las presentes, y buscando a tientas su pasado porte y elegancia hizo lo propio con los componentes masculinos del grupo. Fingió entereza durante toda la velada, sabiendo que su mente sublime respondería con aceptable lógica cualquier cuestión que se le planteara mientras dentro de él se libraba la gran batalla en la que uno de los frentes había sido ya declarado vencedor .
Frente a él volvía a estar su imagen, menos nítida gracias a la poca iluminación, pero a sus ojos se asomó la consciencia: hacía grandes esfuerzos por recuperar su plenitud, mas eran vanos, pues el enemigo los saboteaba y lo transformaba en aquella especie de alter ego que él detestaba. Haría lo que fuera por lucir amplias sonrisas, arañaría dentro de sí mismo hasta permitir al mejor actor hacer su gran papel... todo con tal de que aquella gente no alcanzara a asomarse a su desdicha... pero todos lo sabían. Y sólo unos pocos le devolvían con cariño la sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario