Qué curioso es el lenguaje. Las palabras son como un juego de bloques para niños: coges la pieza azul, pones al lado una amarilla, las unes con una roja encima y coronas la creación con una de esas piezas triangulares que se asemejan a una cubierta a dos vertientes. Puedes hacer construcciones de todo tipo, tan grandes como desees y tan extrañas como tu mente sea capaz de imaginar.
Se puede decir, por ejemplo, que un diente quiere vivir su propia vida, o que unos ojos son como pelotas de golf. Si las palabras se quedan cortas hay quien puede tomarse la libertad de crear y referirse a una sonrisa como "hectométrica". Se puede jugar a las contradicciones o complicar lo obvio. Es posible edificar un arco del triunfo multicolor tan frágil como la actualidad económica. El ser humano, por qué no, es capaz de admirar y premiar tanto el acierto como el error.
La tarde, por cierto, era de color violeta y transcurrió en un ambiente caribeño para los pingüinos y los osos polares. Rodeados de pequeñas fogatas mientras decenas de atletas frustrados entrenaban junto a sus bebidas isotónicas nos pusimos a estudiar la manera de comprender la incongruencia para acabar demostrando que, aunque la idea pudiera parecer deseable, no conocemos la felicidad de la ignorancia pero sí la jocosidad del subsuelo. ¿Incoherencia? No, es el juego del tetris en el que a veces las piezas no encajan pero que, con suerte, acabas completando alguna línea que te permite seguir jugando un poco más. Es un regalo poco apreciado, pero todos y cada uno de los individuos tiene la posibilidad de mirar a su alrededor y sentir el desencanto que causa una realidad que no gusta a nadie pero de la que todos, en mayor o menor medida, participamos. No era un soliloquio pero bien pudiera haberlo sido.
Ya en el parque de atracciones se decidió en consenso utilizar la entrada de la casa de los espejos, pero con cuidado, porque pretendía ser algo divertido y no siempre es agradable verse reflejado en el espejo cóncavo (ni en el convexo).
Si, son de esas tardes que al final se quedan en la memoria, pues entre burlas y tonterías varias en muchas ocasiones te das cuenta de cuáles son las malas hierbas que has de podar en tu camino.
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