Siento vergüenza de que la gente me vea mirarme en el espejo retrovisor de un coche, pero la curiosidad y el miedo a estar haciendo el ridículo pesan un poco más en la balanza, así que me acerco a un coche con el fin de indagar en mi reflejo, y me miro... pero un momento... un sonido de alarma en mi interior: ocurre algo extraño. Entonces me doy cuenta ¡¡¡que no me reconozco!!! Me invade un escalofrío intenso, el horror explota en mi como una bomba atómica provocándome un ataque de ansiedad del que apenas me percato... ¡¡¡MI CARA!!! Entonces surge, como un pitido incómodo en la base de la cabeza, la terrorífica pregunta: ¿qué soy?
De repente el sol se oscurece, como si un nubarrón de un negro intenso se hubiera colocado justo delante. Mi instinto hace que vuelva la vista hacia el cielo... y lo veo... veo la suela de un zapato enorme descendiendo paulatinamente justo encima de mi. El tiempo parece detenerse, y a la vez parece ser el segundo más corto de la historia del tiempo. No puedo escapar, va a aplastarme. Mi cuerpo se quiebra y se esparce con un crujido en mitad de un pequeño terremoto cuando la suela golpea el suelo. Me quedo pegada a la goma negra. El oído es el último sentido que se pierde al morir, ahora puedo confirmarlo, pues cuando ya no veía ni sentía pude oír, muy a lo lejos, la voz de un hombre que decía:
-¡¡Cucaracha asquerosa!!
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