REPRODUCTOR MUSICA

domingo, 21 de agosto de 2011

De repente me ha explotado la inspiración, o más que inspiración son las ganas. Hoy querría escribir algo sencillo y directo, algo donde dejar constancia de todo este vapor lento y etéreo que se me desprende y que al leerlo todos notaran la humedad cálida en el rostro. Hoy quisiera conocer todas las palabras para que mis frases fueran exactas. Desearía, más que todo lo anterior, que las palabras no fueran intermediarias, comprimir todo en un haz de luz cegadora que atravesando las pupilas llegara directamente al corazón de cualquier lector que quisiera perder un segundo en conocer (o reconocer) lo que miles de latidos cuentan.

Haber paseado esta noche por la telaraña de la poesía me ha recordado poemas en los que me identificaba y descubrirme en otros que me eran desconocidos. Persisten, resonando en mi cabeza, aquellos que tratan sobre ese sentimiento que es la locomotora de mi vida. Y pensando en ellos diría que no me siento poderosa, pero me crezco cuando algo falta y corto lo que sobra. Podría salir disparada a ganar el cielo (cuando encuentro la energía necesaria para impulsarme con mis pies pequeños). Dejo sin dudar mis ojos en el plato y parto a tientas incluso sin preguntar si le gustan mis ojos solos. Sin tácticas ni estrategias espero lograr el mismo resultado y que me necesiten pero sin llegar a ser imprescindible. Vivo como si el conjuro del amor fuese eterno. Soy quién quisiera moldearle en barro y repetirle una y otra vez, porque todas sus virtudes son preciosas, y el haber luchado contra el desencanto tantas veces no me quita la esperanza de que alguna vez no invente la mirada, quizá a menudo erré al apostar todo por nada y sin garantías. A veces acaricio, estrujo y muerdo cuando me transformo en la mujer de humo. Me doy toda y me fundo para siempre hasta que la calidez se vuelva hielo. Jamás me pregunto por qué no hablé o lloré aquel día, pues guardo el orgullo para aferrarme a él cuando ya todo está perdido. Querría ser eternamente la niña que siente mucho y nada sabe, pero me doy cuenta de que hoy sé que no me equivocaré de nuevo cuando sienta mucho.
Y con esto por fin he creado un bosquejo de mi autorretrato en un puzzle cuyas piezas he tomado de aquí y de allá. No confundáis torpeza con reserva, pues sólo llegué a descorrer un poco la cortina. Sólo os cuento lo que no tengo reparos que conozcáis, pues soy consciente de que algunos (muchos) bien podrían ser tomados como ejemplo por aquellos animales protagonistas de fábulas que quisieran perfeccionarse. Y ellos sí me dan miedo. Mucho miedo.

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