REPRODUCTOR MUSICA

martes, 25 de octubre de 2011

Sólo son palabras...

Puedo escribir palabras hermosas y dulces, o crudas y frías. Puedo escribir con lógica, palabras llenas de sentido, o palabras simplemente descriptivas. Puedo... Pero las palabras más tristes las escribo en silencio, en soledad, con la tinta de mis lágrimas dibujando el sentimiento en la almohada, envuelta en la oscuridad de la noche. Y de repente se torna en resignación, y se escribe sólo con unos ojos abiertos, una consciencia difuminada y un puño cerrado que, invisible, constriñe con dureza el corazón y la boca del estómago.

En contra de lo que hubiese sido común y lógico, descubrí sin sorpresa que estoy preparada para el último paso, aquel en el que cambiamos (porque la energía no se crea ni desaparece, sólo cambia de forma), y consciente de que es demasiado pronto para esa certeza me pregunté por qué. No pude hallar una respuesta diferente a la de hace meses, cuando quise y no pude. El saco de la experiencia es una carga pesada. ¿Y qué me queda esperar, sino seguir introduciendo más carga en mi hatillo a pesar de que siento que mis fuerzas flaquearon ya hace tiempo? Mi motivación sigue presente, y quizá por eso a veces olvido que tengo el hombro y el brazo doloridos de arrastrar el peso. ¿Mi vida es fácil y cómoda, como pueden pensar algunos? Cierto quizá, pero mi carga no es otra que espiritual, y para mí es la que más espacio ocupa... Como comparar un kilo de hierro y un kilo de paja: igual de pesados, pero ¿cuál, debido a su volumen, es más difícil de manejar?

Hace años creía que la vida se sobrellevaba a base de dar carpetazos, concluir los diversos problemas con un "olvidar y seguir adelante", creyendo que las heridas cicatrizaban y desaparecían, pero descubrí que la vida urga en la herida una y otra vez, impidiendo que ésta se cierre del todo. El pasado queda para siempre marcado como un tatuaje que puedes ver si te asomas a los ojos de alguien. Y un día te despiertas y descubres que la esperanza ha desaparecido, que ya has aceptado que la vida no tenía reservado para ti el derecho de tener paz y calma en una vida sin altibajos que avance sin prisa, pero sin pausa, descubres que has asumido que llegar a la meta para ti no es una opción, y que quizá nunca lo fue... o quizá te equivocaste en algún punto del camino y seguiste una ruta distinta que te lleva en círculos, una y otra vez, al principio...

No hace mucho tiempo decidí dejar de poner sonrisas perdonando a todo aquel que presumiendo de condescendiente alardeara de ofrecerme perdones mientras ignoraban sus propias faltas, como si me hicieran un favor por subirse a mis hombros para ver más alto, dejar solos a todos los que ven la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio... a todos aquellos a los que aunque les entregues tu vida les parecerá poco y te acusarán de egocentrismo... Si subieran un sólo peldaño más y desde esa perspectiva observaran con un poco más de objetividad la sensación de injusticia sería menos, o puede que inexistente. Pero esperas y eso no ocurre. Hay que dejar de subir peldaños por gente que no está dispuesta a subirlos. La reciprocidad te lleva a una situación justa, aunque la forma justicia obtenida no sea la más deseable.

Esto demuestra que ya perdí la ilusión de que la vida es justa, demuestra que ya no soy benévola al considerar lo que otros merecen de mí... No quiero perder esa ingenuidad de aquellos primeros pasos del camino, cuando crees, sonriente, que si arrojas tus mejores semillas a tu alrededor sembrarás un hermoso prado y crecerán hermosas flores, disfrutarás de su aroma y merecerá la pena. Alguien en este mundo merecerá que esa ingenuidad sea conservada. No quiero ser como "los otros"....

domingo, 23 de octubre de 2011

Declive

Ha llegado la estación de rojos turbios, marrones ajados y verdes perdidos.
Ha llegado la temporada de las lluvias, del frío, de las hojas deslucidas y el viento que corta el rostro. 
Ha llegado la época de cielos grises y días cortos, de calles desiertas y soles moderados. 
Demos la bienvenida al otoño, sin muchos aspavientos. Al fin y al cabo seguidamente vendrá el invierno, y será aún más frío. 

Las estaciones corren y de nada sirve añorar el olor de las flores en primavera si no sabes disfrutar del olor a hierba mojada. 
Sí, el cielo se oscurece... y sí, el ánimo se viste de gris... Puedes detener un reloj, pero no el paso del tiempo. 
Aceptándolo con valentía podrás levantar la vista al cielo y sentir humedecerse tu rostro con la helada lluvia, como un llanto ajeno que te abrazara en acto de empatía.

Mi vida es otoño.