REPRODUCTOR MUSICA

viernes, 15 de abril de 2011

Y los enredos que vienen solos

Allí se apareció su impresentable figura, todo él. Parecía Leonardo di Caprio en Titanic cuando decía "¡¡Soy el rey del mundooooo!!", pero el resultado era como si después de gritarlo Leo se hubiese pegado un josconcio contra la barandilla del barco, hubiera caído en plan bomba en mitad del mar y los delfines hubiesen hecho a su alrededor ese ruidito que ellos hacen que parecen carcajadas. Que no, que el que es correpinche de taberna por mucho que estire el cuello para arriba ni es ni el rey del mundo, ni el rey del mambo, ni siquiera el rey del Burguer King. Me vino a la cabeza la canción de Rocío Jurado, "Ese hombre".

Y toda su genialidad lo llevó a saludar. Anda que la estampa... su excelencia acercándose con paso zambo y los pies remetidos, pies de esos que llegan y al rato aparece el cuerpo, con la nariz semirecogida de esa manera tan típica de aquellos que respiran con la boca abierta y tienen el labio retraído hacia la nariz, así, exponiendo su boca de dientes perlados como gravilla para hacer cemento, con los hombros como si lo trajeran colgado de una percha, y la mano como la imagen de San Juan, levantada y gesticulando con los dedos como si estuviera haciendo clicks compulsivos en un ratón de ordenador. Pero lo peor no era eso, sino que si por fuera es un Picasso, por dentro es como comerte un huevo que has puesto al sol durante tres días, aparte de oler mal es que te sienta mal seguro. Madre mía, en lugar de decir "hola" mejor discúlpate... 

Pero la sota de oros con su orgullo, se puso ahí a plantar besos como el que regala cigalas frescas... Bueno, pues nada, que los de. Si encima se creerá un hidalgo caballero por haber sido "tan educado" de venir a saludar. Pues haberlo sido un poco más cuando se te envenenaba la lengua, qué mala suerte que no te la mordías a ver si con el ácido del veneno se te apagaba la garganta, McPollo.

Qué arte y qué elegancia demostré cuando con sutileza imperceptible retiré rauda mi rostro después de que tu boca de arenisca lo rozara. Pero lo mejor fue después... cuando me vestí con mi sonrisa de "te estoy sonriendo con toda la falsedad del mundo y no intento disimular porque quiero que te des cuenta de que sólo lo hago por educación mientras agito la mano igual de falsamente para decirte adiós" y alargué la mano para agarrar la puerta y tú te pensaste, ingenuo, que iba a despedirme con un beso. Mi pequeño saltamontes, los que ponen la otra mejilla cuando les abofeteas son los cristianos, y yo por suerte o por desgracia en lo que creo es en el karma y pienso que el verme agarrar la puerta y tú quedarte ahí con un palmo de narices es lo que te pasa por haber sido "ese hombre que tú ves ahí". 

El que ríe el último ríe mejor, aunque después se me removieran las tripas y de agujetas no fuera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario