"Como un regalo llegaste a mi y sin abrirlo si quiera te perdí... La voz desnuda de la vida me cambió todo por nada, y no tengo nada sólo una lágrima en mis ojos que te buscan y tú ya no estás... Todo te entregué y quizás por eso te perdí... Tanto esperé lo que nunca llegó que me pregunto en silencio si es que algo faltó... Fui como un niño cuando da su amor, que sólo espera cariño, nunca un adiós... Se van los días y en las noches no hay calor", y Melinda supo perfectamente qué quería decir con esas palabras. (http://www.youtube.com/watch?v=SAztdjav48s)
Melinda dejó que la brisa le acariciara el rostro. Una caricia fría... pero caricia al menos. Y siguió oyendo lo que las canciones le revelaban... "Si yo no lo merezco no me hagas destino, si no me acompañas yo me hago el camino... Al menos si pierdo lo diré bajito... Si tengo mi universo es porque lo necesito, todos somos héroes en busca de auxilio...
Hablamos sin miedo a herirnos, lo diré bajito... Sé que a ti te daba igual perderme pero a mi no, a mi no me da igual, yo tengo un corazón que quiere hundir mi cuerpo en los mares de ilusión, no quiere estar atado, quiere estallar en huracanes de pasión... ¿qué has hecho contigo?... No quiero echar de menos los mares de ilusión, no quiero amarrarme a un puerto donde ya no estallan huracanes de pasión... Mírame... Lo diré bajito..." (http://www.youtube.com/watch?v=BLjdE21F3MM) Las palabras parecían atravesarla como dagas afiladas, y todas las puñaladas iban a parar al corazón. Arañaba, dolía, era un escalofrío, quemaba... Frase tras frase le costaba más evitar que sus ojos se derramaran.
"Déjame esta noche soñar contigo... Déjame imaginarme en tus labios los míos... Déjame que me crea que te vuelvo loco... Déjame que mis manos rocen las tuyas... Déjame que te tome por la cintura... Déjame que te espere aunque no vuelvas... Déjame que te deje tenerme pena... Si algún día diera con la manera de hacerte mío sólo yo te amaría como si fuera siempre ese día...
Qué bonito sería jugarse la vida, probar tu veneno... Que mi piel sea el forro de tu vestido... Déjame que te coma sólo con los ojos, con lo que me provocas yo me conformo... Déjame esta noche soñar contigo..." (http://www.youtube.com/watch?v=2wSxo1ztlEI)
Y Melinda sentía ganas de abrazarse a la canción por ser la única que la comprendiera.
El sol se estaba apagando y la temperatura comenzó a descender. Con los ojos cerrados, Melinda se sumergió en una especie de duerme-vela en la que la palabra de cada canción tomaba forma en imágenes que fabricaban hilo a hilo una venda para cubrir el dolor y crear un suspiro que dejara brotar lágrimas, pero no aquellas que se esforzaba por contener, sino las que estaban ya tan lejanas, aquellas que salían en descontrolado derroche de felicidad. Y la brisa, que le pareció gélida, le erizó la piel.
"La vida y la muerte bordada en la boca... En donde el palmo lloró cantando... Y quien calla otorga como dice el dicho... Quien fuese abrigo pa andar contigo... Buscando el olvido se dio a la bebida...
Se leyó enterito a don Marcial Lafuente pa no ir tras sus pasos como un penitente... Y entre palma y palma, ella fue palmando... Y entre cantares, por soleares... Pésames y flores y dos lágrimitas que soltó el muchacho al cerrar la cajita... Ay, mi amor, sin ti no entiendo el despertar... Ay, amor, sin ti mi cama es ancha... Ay, amor, que me desvela la verdad, entre tú y yo la soledad y un manojito de escarcha..." (http://www.youtube.com/watch?v=1dpOM7IkM2o) Y cuando la canción se alejaba un sonido tímido apareció de repente. Aquel sonido metálico golpeando su puerta hizo levantarse a Melinda y, como un autómata se dirigió hacia el sonido. Con pulso firme y mente ignorante giró el pomo y sonó el clic. La puerta verde se fue abriendo como un telón que poco a poco dejaba a la vista aquel cuadro inesperado.
Y mientras los ojos de Melinda y de su amado se fundían durante eternos segundos en una conversación silenciosa por fin las lágrimas brotaron de sus ojos hirviendo en una llama de sentimientos contenidos, asfixiantes, dejándolos ya escapar sin control en ese llanto que era como un desgarro del alma. Él hizo una tímida negativa con la cabeza y con un dedo tímido le enjugó las lágrimas, acabando el gesto con una caricia aterciopelada justo en la barbilla, y luego, repentinamente, la agarró por los brazos en un impulso apasionado y ella, que ya se había abandonado sin fuerzas, se dejó caer en aquel abrazo ahogando un suspiro de calma, y sin dejar de abrazarse sus labios se tocaron con miedo, como si fuera aquella la primera vez, y todas las canciones se borraron y desaparecieron en la oscuridad del pasado. Únicamente una sobrevivió... y su letra se repitió en eco... Melinda abrió los ojos, sobresaltada.Y no hubo golpes en la puerta, ni una mirada rogando perdón, ni un abrazo de consuelo, ni un beso de reconciliación. "Ay, mi amor, sin ti no entiendo el despertar..."
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