Se va disolviendo como espuma en el mar del tiempo sin olas que lo agiten y lo hagan crecer. No vuelve, se convierte en una hoja seca caída posada en el suelo esperando quien sabe que. Tarde o temprano el viento se la lleva lejos y deja la pulcritud de un alma limpia, lista para ser contaminada de nuevo.
Y cuando el viento llega trae consigo polvo y arena que son el miedo y la vergüenza, y lo que esperaba quedar inmaculado queda cubierto de ficciones y fantasías acalladas por un ser que sólo quiere decirlo a gritos, pero se calla y espera escuchar los gritos de otro antes de dejar escapar los suyos. Mientras tanto sólo imagina un susurro a su espalda, idealiza un roce distraído, carga de sentido una palabra inocente, esculpe a su lado una presencia fantasmal y espera.
Espera que sus oídos escuchen en la lejanía un grito desesperado
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