REPRODUCTOR MUSICA

miércoles, 13 de abril de 2011

Historia enredada

Me he sentado delante del ordenador con ganas de escribir algo, pero tener tanto qué decir a veces te impide que puedas hacerlo por no saber ni por dónde empezar. Mirando la pantalla tan vacía, y dándome cuenta de que jamás podría escupir en ella todo lo que estaba dentro de mí y quedarme tan blanca como ella, miré hacia la ventana y pensé: ¿por qué no empezar por ahí? Y escribí: "Desde mi ventana veo la calle, y algunos árboles, y unos cuantos coches estacionados, y las casas de enfrente..." Y miré la pantalla con ironía. ¿Acaso era eso lo mejor que podía salir de mi en ese momento? 


Ya ves, es curioso, no puedo expresar lo que pienso en palabras a quien pueda interesarle, pero tampoco me sale escribirlo. Debe estar relacionado... De todas formas esto lo van a leer varias personas, pero descifrar letras no es el fuerte de algunas otras... así que no hace falta que escriba lo que quisiera decir, más vale que suelte un par de chorradas de esas que después me hacen sentir tan bien, un texto de esos llenos de barbaridades que luego sorprendentemente a todo el mundo le gusta y todos comentan. Y voy a hacerlo:

Me planto delante de un maniquí frío, con las manos en jarras, y con una media sonrisa de superioridad le digo que no tiene sentimientos. Y es estúpido, porque tampoco tiene sentidos, no puede oirme. Pero igualmente me siento realizada después de soltar cuatro verdades delante de quién sea, aunque ese quién ni me escuche. El error de comunicación no es mío, puesto que yo he emitido el mensaje, el problema será de quien no lo recibe, ¿no? Emisor-receptor-mensaje, los tres elementos básicos y totalmente necesarios para que exista comunicación... quién dijo esto debía estar de cachondeo o con una sobredosis de algo, porque todos tenemos derecho a equivocarnos pero hijo, ¿no estás en el mundo? Si, tu planteamiento es muy bonito, pero hablar de comunicación es como hablar de Dios: muchos creen en él y otros no, algunos hacen lo posible por caerle bien y hasta le rezan a la blanca paloma para que les traiga la buena nueva, pero ¿acaso alguien ha demostrado que existe?

El maniquí iba hecho un pincel (valga la redundancia para aquellos que lo entiendan), todo peinadito, postura elegante, sonrisa diplomática... al verlo pensabas: vaya, como me ponga este vestido me voy a comer el mundo y que me saquen los ojos que ya lo he visto todo. Luego me probé el vestido y cuando me vi delante del espejo si, me gustó, y seguí queriendo comprarlo. Pero el mundo no me lo comí, eso está claro, porque el maniquí no era yo, y por mucho que quieras ver o reflejar, cada cual es quién es y si me creíste quién no era te confundiste tú. Yo nunca te prometí que el vestido me quedaría mejor, pero por lo menos no te iba a ignorar como lo hacía el maniquí. Mal vendedor, la moto estaba preciosa por fuera pero la habían trucado y la llave que me dieron no funcionaba. Era de esos sistemas que sólo funcionan cuando la huella dactilar coincide con la grabada en la memoria. Lástima que el antiguo dueño ya no quisiera la moto, ¿no? Pero lo que no voy a hacer es arrancarme los dedos, o quemarme las yemas para forjarme unas huellas nuevas para que la moto arranque. Tengo un coche que no irá a dos ruedas, pero al menos funciona.

"Lo que ves es lo que hay". Qué mentira más gorda. Eso es como admitir que somos más planos que Mafalda antes de la pubertad. Pero suena muy guay eso de ir de "gente clara" por el mundo. Para ser claro de verdad hay que tener un par de cojones y llamar "verbeneros" a quienes cantan en las verbenas, pero no hacerlo entre amigos, sino ahí mismo, delante, mientras se fuma un cigarro con intención interesante, y pedirle descaradamente "que se acabe la verbena ya, que estamos hartos". Ser claro es decirle a alguien "no tienes palabra" cuando no la ha cumplido en lugar de dárselas de superado y mirar por encima del hombro. Ir de frente es ser capaz de decir "ahora mismo, sola, soy mil veces más feliz de lo que lo he sido nunca contigo" mirando a los ojos a esa persona, y sin echarse atrás. Eso es ser claro, para que se enteren. Y por cierto, que esto último puede hacer que la claridad con la que se pretende ir se convierta en falta de tacto y crueldad si no se le dice a quién se le tiene que decir, porque cuando se suelta esto hay que tener motivos para expresarlo de esta manera, que hay formas de ser claros sin ser crueles.

Anda, me acabo de acordar de ti, personajillo. La cucaracha esa que corría por la tienda. Madre mía, pero que repugnante era, y perdonadme los animalillos, porque soy animalista, pero no hay bicho más asqueroso que una puñetera cucharacha, que no se sabe si es más asquerosa cuando la ves corriendo, con esas antenas demasiado largas, a esa velocidad que hasta te entra el mal de sambito, o muerta boca arriba, o aplastada cuando le sale el liquido blanco ese... porque esos bichos es que no tienen ni sangre... Yo como la canción de Paquita la del Barrio: Que me perdone tu perro por compararlo contigo, así que para no dar nombres llamémosle cucaracha. (Ojo, cucaracha, no maniquí). Cucaracha cobarde, que te escondes en los huecos oscuros porque te da hasta vergüenza de que te vean. Y dicen que bicho malo nunca muere y debe ser verdad, porque ni te ahogaste cuando te caíste al agua. Aunque claro, eso tendría yo que verlo, que de una cucaracha no hay que fiarse, igual sólo se mojó las patitas y ya te viene contando que le rociaron insecticida y para salvarse tuvo que tirarse heróicamente al agua. Y hay que ver que son persistentes las cucarachas. Como un año tengas una plaga, al año siguiente las muy asquerosas se acuerdan y vuelven. Y ahora que me he ensañado con las cucarachas os explico: no tengo nada en contra de ellas... he utilizado su especie porque le daba cierto parecido al ente en cuestión.

En resúmen, que tuve una plaga de cucarachas y cuando fui a la tienda a devolver la moto rota me encontré con un maniquí al que le pedí que me escuchara, pero llevaba un vestido que debía ser de la temporada pasada, porque la tela se partió en cuanto intenté abrochar la cremallera. Menos mal que todavía desde mi ventana sigo viendo la calle, algunos árboles, unos cuantos coches estacionados y las casas de enfrente, y sin voces de ultratumba.

2 comentarios:

  1. Me encanta, de verdad y además, por muy animalista que sea, yo tampoco puedo soportar la visión de las cucarachas... y menos la convivencia.

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  2. Jijijijijiji, mientras más lejos mejor, dentro del respeto.

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