Al mirar a mi alrededor te encontré allí. No había nadie más a nuestro alrededor, éramos las únicas personas existentes en medio del gentío. Un recuerdo había surgido flotando entre mis memorias ahogadas y olvidadas y se había superpuesto junto a una imagen aún abstracta. ¿Tu? No, jamás recuerdo y realidad fueron lo mismo, y la historia es mejor cuando la vives en primera persona.
Digamos que en la ficción de mis deseos ocupaste un puesto que no te correspondía, y hoy sólo te queda una fotografía que te dice cuánto te equivocaste, pero eso ya no importa, porque yo también me equivoqué, si, como dice cierta canción me equivoqué al darle mi amor a cualquiera. Pero no importa, dicen que fue más afortunado quién más amó. Pero hoy cerré definitivamente tu puerta cuando abrí los ojos, sin esfuerzo, sin proponérmelo, simplemente habías desaparecido y para verte debía mirar hacia atrás, pues ya había continuado mi camino. Ya ni me importa si me recuerdas o si no, sólo fuiste un tiempo perdido en una mentira urdida por tu mente para ocultar dios sabe qué.
Y aunque esa pequeña espina de la incomprensión aún siga ahí y a veces me pregunte por qué ya sólo será una curiosidad y nunca más una necesidad. Si decidiste dejar de existir, quiero que sepas que lo has conseguido. Hoy por fin recordé tu cara después de mucho tiempo sin poder recordarla y quisiera haber sentido indiferencia, pero sólo hay unas palabras que pudiera haber dicho en ese momento: patéticamente decepcionante. Tu sonrisa en aquella imagen que recordé apestaba a mentira, y yo la había confundido con felicidad.
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