La diferencia entre el ser y el no ser. Verse arrastrado hacia caminos que se pierden en el lejano horizonte, como los, ríos cuyas aguas sólo pueden ir en una dirección. Volver la vista atrás y darse cuenta de que ya tampoco puedes distinguir el inicio. Detenerse es imposible, aunque te escondas bajo un suave edredon de plumas y no salgas jamás, todo seguirá su curso y cambiara, contigo o sin ti, y si algún día decides volver al mundo descubrirás que ya te es desconocido. Panta rei, decían en Grecia los filósofos. O te embarcas o te quedas en el muelle viendo alejarse a los demás.
Todos estamos solos, incluso en los eventos más concurrido, hasta cuando nuestra familia nos arropa... nadie verá jamás dentro de ti, nadie podrá experimentar tus sentimientos, pues sólo tú viviste tus experiencias. La soledad es el regalo, el fuerte dentro del que podemos escondernos para ser libres y gritar quienes somos. Lo triste, que nadie nos oirá para venir a abrazar tu realidad con toda su riqueza y su pobreza, con todas las risas y las lágrimas, nadie podrá hacerla suya.
A veces unos ojos te miran y se produce una explosión: atención, 5 segundos para fusión del núcleo... Los átomos se hacen añicos y se dividen en mil partes de un todo. Luego todo desaparece excepto el terreno contaminado, los restos muertos de una vida finita y la realidad intangible del tiempo infertil que se avecina.
REPRODUCTOR MUSICA
lunes, 28 de noviembre de 2011
jueves, 17 de noviembre de 2011
Desequilibrio aparente
Qué curioso es el lenguaje. Las palabras son como un juego de bloques para niños: coges la pieza azul, pones al lado una amarilla, las unes con una roja encima y coronas la creación con una de esas piezas triangulares que se asemejan a una cubierta a dos vertientes. Puedes hacer construcciones de todo tipo, tan grandes como desees y tan extrañas como tu mente sea capaz de imaginar.
Se puede decir, por ejemplo, que un diente quiere vivir su propia vida, o que unos ojos son como pelotas de golf. Si las palabras se quedan cortas hay quien puede tomarse la libertad de crear y referirse a una sonrisa como "hectométrica". Se puede jugar a las contradicciones o complicar lo obvio. Es posible edificar un arco del triunfo multicolor tan frágil como la actualidad económica. El ser humano, por qué no, es capaz de admirar y premiar tanto el acierto como el error.
La tarde, por cierto, era de color violeta y transcurrió en un ambiente caribeño para los pingüinos y los osos polares. Rodeados de pequeñas fogatas mientras decenas de atletas frustrados entrenaban junto a sus bebidas isotónicas nos pusimos a estudiar la manera de comprender la incongruencia para acabar demostrando que, aunque la idea pudiera parecer deseable, no conocemos la felicidad de la ignorancia pero sí la jocosidad del subsuelo. ¿Incoherencia? No, es el juego del tetris en el que a veces las piezas no encajan pero que, con suerte, acabas completando alguna línea que te permite seguir jugando un poco más. Es un regalo poco apreciado, pero todos y cada uno de los individuos tiene la posibilidad de mirar a su alrededor y sentir el desencanto que causa una realidad que no gusta a nadie pero de la que todos, en mayor o menor medida, participamos. No era un soliloquio pero bien pudiera haberlo sido.
Ya en el parque de atracciones se decidió en consenso utilizar la entrada de la casa de los espejos, pero con cuidado, porque pretendía ser algo divertido y no siempre es agradable verse reflejado en el espejo cóncavo (ni en el convexo).
Si, son de esas tardes que al final se quedan en la memoria, pues entre burlas y tonterías varias en muchas ocasiones te das cuenta de cuáles son las malas hierbas que has de podar en tu camino.
Se puede decir, por ejemplo, que un diente quiere vivir su propia vida, o que unos ojos son como pelotas de golf. Si las palabras se quedan cortas hay quien puede tomarse la libertad de crear y referirse a una sonrisa como "hectométrica". Se puede jugar a las contradicciones o complicar lo obvio. Es posible edificar un arco del triunfo multicolor tan frágil como la actualidad económica. El ser humano, por qué no, es capaz de admirar y premiar tanto el acierto como el error.
La tarde, por cierto, era de color violeta y transcurrió en un ambiente caribeño para los pingüinos y los osos polares. Rodeados de pequeñas fogatas mientras decenas de atletas frustrados entrenaban junto a sus bebidas isotónicas nos pusimos a estudiar la manera de comprender la incongruencia para acabar demostrando que, aunque la idea pudiera parecer deseable, no conocemos la felicidad de la ignorancia pero sí la jocosidad del subsuelo. ¿Incoherencia? No, es el juego del tetris en el que a veces las piezas no encajan pero que, con suerte, acabas completando alguna línea que te permite seguir jugando un poco más. Es un regalo poco apreciado, pero todos y cada uno de los individuos tiene la posibilidad de mirar a su alrededor y sentir el desencanto que causa una realidad que no gusta a nadie pero de la que todos, en mayor o menor medida, participamos. No era un soliloquio pero bien pudiera haberlo sido.
Ya en el parque de atracciones se decidió en consenso utilizar la entrada de la casa de los espejos, pero con cuidado, porque pretendía ser algo divertido y no siempre es agradable verse reflejado en el espejo cóncavo (ni en el convexo).
Si, son de esas tardes que al final se quedan en la memoria, pues entre burlas y tonterías varias en muchas ocasiones te das cuenta de cuáles son las malas hierbas que has de podar en tu camino.
martes, 15 de noviembre de 2011
La sonrisa del león
Se acarició la barbilla con mano temblorosa, mirando su reflejo con actitud crítica. Era un anciano con algunas monedas, demasiada gomina en el pelo y un paquete de tabaco en el bolsillo. Con gran esfuerzo agarró firmemente la seguridad en sí mismo y todos sus nobles principios, atravesó el salón desierto y cerró la puerta al salir. Quién sabe dónde estaba su mente mientras el ascensor descendía hasta la planta baja y se dirigió por inercia hacia el mismo lugar de siempre.
Rememorando conquistas saludó a las presentes, y buscando a tientas su pasado porte y elegancia hizo lo propio con los componentes masculinos del grupo. Fingió entereza durante toda la velada, sabiendo que su mente sublime respondería con aceptable lógica cualquier cuestión que se le planteara mientras dentro de él se libraba la gran batalla en la que uno de los frentes había sido ya declarado vencedor .
Frente a él volvía a estar su imagen, menos nítida gracias a la poca iluminación, pero a sus ojos se asomó la consciencia: hacía grandes esfuerzos por recuperar su plenitud, mas eran vanos, pues el enemigo los saboteaba y lo transformaba en aquella especie de alter ego que él detestaba. Haría lo que fuera por lucir amplias sonrisas, arañaría dentro de sí mismo hasta permitir al mejor actor hacer su gran papel... todo con tal de que aquella gente no alcanzara a asomarse a su desdicha... pero todos lo sabían. Y sólo unos pocos le devolvían con cariño la sonrisa.
Rememorando conquistas saludó a las presentes, y buscando a tientas su pasado porte y elegancia hizo lo propio con los componentes masculinos del grupo. Fingió entereza durante toda la velada, sabiendo que su mente sublime respondería con aceptable lógica cualquier cuestión que se le planteara mientras dentro de él se libraba la gran batalla en la que uno de los frentes había sido ya declarado vencedor .
Frente a él volvía a estar su imagen, menos nítida gracias a la poca iluminación, pero a sus ojos se asomó la consciencia: hacía grandes esfuerzos por recuperar su plenitud, mas eran vanos, pues el enemigo los saboteaba y lo transformaba en aquella especie de alter ego que él detestaba. Haría lo que fuera por lucir amplias sonrisas, arañaría dentro de sí mismo hasta permitir al mejor actor hacer su gran papel... todo con tal de que aquella gente no alcanzara a asomarse a su desdicha... pero todos lo sabían. Y sólo unos pocos le devolvían con cariño la sonrisa.
sábado, 12 de noviembre de 2011
Dos en el calendario
El hombre loco de nariz infinita y ojos pardos pulsó el botón del objeto prohibido y aquel sonido irrumpió entre los gritos masculinos y viajó serpenteando por el aire hasta llegar a aquel símbolo de división. El miedo se detuvo a escuchar. El camino pestilente y polvoriento dejó de ser deprimente por unos minutos. El tenor inició el cortejo a la soprano, iniciando un remolino melódico en el que las dos voces se abrazaban y acariciaban con dulzura y timidez. En alguna parte un oído triste reconoció el dulce sonido y llenó de calidez el corazón ennegrecido por el dolor.
Entre princesas y caballos verdes el bufón había logrado su triunfo, había luchado contra caballeros estirados y saltado desde altos torreones sin preguntarse jamás si valía la pena. Su vida era un chiste, una interminable ficción cómica que envolvía con incuestionable ternura sus bienes más preciados, y sin dudar haría cualquier sacrificio por aquel pequeño duendecillo que odiaba el agua y el jabón y por aquella sonrisa femenina capaz de hacerle sentir todopoderoso.
El ejército de hormigas azules se aproximaba de forma alarmante, corriendo rítmicamente mientras el suelo retumbaba. Tras dar los buenos días, el loco fue rodeado y reducido. Con el tiempo, llegó el fuego y la sangre, y aquellos ojos pardos siguieron sin permitir que la realidad se infiltrara en su mundo feliz girándose hacia la garita metálica donde el pequeño duende se escondía y atisbaba curiosamente el exterior por la rendija. El telón estaba a punto de caer, pero sus pasos se dirigieron firmes hacia el fondo del escenario donde desapareció para siempre con un par de ruidos sordos acallados por las las voces de la soprano y el tenor, que hacían el amor al otro lado de la verja.
(Sólo es una película, ¿adivináis cuál?)
Entre princesas y caballos verdes el bufón había logrado su triunfo, había luchado contra caballeros estirados y saltado desde altos torreones sin preguntarse jamás si valía la pena. Su vida era un chiste, una interminable ficción cómica que envolvía con incuestionable ternura sus bienes más preciados, y sin dudar haría cualquier sacrificio por aquel pequeño duendecillo que odiaba el agua y el jabón y por aquella sonrisa femenina capaz de hacerle sentir todopoderoso.
El ejército de hormigas azules se aproximaba de forma alarmante, corriendo rítmicamente mientras el suelo retumbaba. Tras dar los buenos días, el loco fue rodeado y reducido. Con el tiempo, llegó el fuego y la sangre, y aquellos ojos pardos siguieron sin permitir que la realidad se infiltrara en su mundo feliz girándose hacia la garita metálica donde el pequeño duende se escondía y atisbaba curiosamente el exterior por la rendija. El telón estaba a punto de caer, pero sus pasos se dirigieron firmes hacia el fondo del escenario donde desapareció para siempre con un par de ruidos sordos acallados por las las voces de la soprano y el tenor, que hacían el amor al otro lado de la verja.
(Sólo es una película, ¿adivináis cuál?)
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