No llegué a fingir, obligué a mi mente a olvidar que podía pensar en algo más que lo diplomáticamente correcto, y gracias a la práctica viajé en avión por los minutos que duró esa charla, pero eso no evitó que por una vez quisiera beber de tu sonrisa. Luego me alejé, alegre, hacia el terreno seguro de mi solitaria reflexión y a la lógica de los por qué no.
Sin querer se me coló un por qué, el gran por qué, y caí en la cuenta de que "había una vez" una mirada encontrada con la que lograste por primera vez detenerme la sangre. Pero esta vez no viviré ningún cuento.
Yesenia Pineda.
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