Hola amigo!
Te escribo para darte las gracias. Durante toda mi vida he sido una persona que siempre llevaba una sonrisa en la cara pero cualquier contratiempo, a menudo sin importancia, era suficiente para adentrarme en el pesimismo, en los pensamientos victimistas, en los por qués, en el repaso de todos mis contratiempos pasados como para recrearme en mi propia mala suerte. Te prometo, amigo, que eso jamás volverá a ser así. A partir de ahora aceptaré la vida con una sonrisa, con sus altos y sus bajos, sonreiré por cada pequeña cosa hermosa que pase ante mis ojos, ante cualquier recuerdo hermoso. Sonreiré porque ser feliz es una decisión. Eso no significa que no lucharé, ¡¡claro que no!! Significa que si no lo logro, aceptaré la derrota y entenderé que he ganado en experiencias, en conocimientos... Y sonreiré por lo aprendido.
Por eso te escribo, querido amigo, porque esta lección tan importante la aprendí de ti. Tu energía casi inagotable, tu lucha con la enfermedad con esas inconmesurables ganas de vivir, esa felicidad que no dejaste nunca escapar, tu valor al enfrentarte a ella así... como si nada, como si fuese algo tan simple como dar un sorbo de agua. Jamás pensaste en dejarte vencer, afrontaste cada día con toda la intensidad y no dejaste pasar una oportunidad de disfrutar la vida, y en algunas ocasiones cuando todos pensaban que no podrías seguir adelante les demostraste que todo se puede cuando se quiere de verdad y que la enfermedad no decidiría por ti. Fuiste dueño de tu vida y también de tu muerte, un día decidiste que era el momento y dejaste que ocurriera, pero con esa grandeza de que no fue la muerte la que te venció, sino que tú decidiste dejarla llevarte porque ya habías vivido todo lo que querías vivir en este mundo. La dejaste que te llevara pero no le permitiste que ella decidiese cuándo, decidiste que no te marcharías sin despedirte primero, y esperaste a que me despertara para poder despedirnos. Querido amigo, tú con tu cuerpo pequeño y esa cabecita que tantos opinan que es de inteligencia inferior fuiste capaz de todo esto y yo no puedo ignorarlo, no tengo más remedio que admitir que tú has sabido VIVIR y has sabido MORIR, y yo quiero saber hacerlo como tú. Amigo mío, te prometo que esa enseñanza que ha sido tu vida la llevaré grabada a fuego, no sólo en mi piel sino también en mi mente, y cada día haré honor a ella, te prometo que te demostraré cuánto te he querido y te sigo queriendo haciendo lo más difícil: sonreír siempre, luchar siempre, no dejarme vencer nunca, como tú me has enseñado, y espero que cuando volvamos a vernos te sientas orgulloso de mi.
Amado amigo, te doy las gracias por haberme enseñado a vivir. Nos vemos pronto.
Te quiero siempre.
(A Gino)
(A Gino)
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