El sonido del escándalo se fue acercando. Era un desfile que entretenía al pequeño pueblo Negro en las cálidas noches de verano y que se repetía a diario. Y ese día estaba dedicado a "Lo que el viento se llevó", esa película que te hace poner a dios por testigo para muchas cosas.
A la cabeza, Red Butler repitiendo incansable una y otra vez: "francamente, querida, me importa un bledo". Lo repitió tantas veces que todos acabaron pensando que le importaba demasiado. Ya nadie se fijaba en su bigote señorial ni en sus cuidadas maneras, nadie se percató de sus ropas exquisitas, sólo oían su voz una y otra vez hasta hacer oidos sordos.
Seguidamente teníamos a Escarlata sonriendo con aire triunfador y mostrando sus joyas y vestidos. Todos se fijaron sin embargo en los pies descalzos y sucios de barro y hollín que asomaban bajo las suntuosas telas a cada paso que daba. Enfadada, alzó su brazo al cielo y gritó: "jamás pasé hambre". Pero todos sabían que exprimir a Red como una naranja solamente le había dado el zumo necesario para quitarse la sed durante un rato.
La última en la comitiva era la bonachona y abultada señora de color que perseguía a Escarlata susurrándole buenos consejos y esforzándose por apretarle el corsé para intentar hacer de ella la señora que nunca sería. Escarlata sin embargo estaba cegada por el lujo y la criada se quedó atrás como una apestada pero sonriendo. Ahora era libre y solo se apretaría su propio corsé.
El pueblo Negro observaba la representación con sumo desconcierto. Mientras se acercaban a la salida del pequeño pueblo los habitantes fueron olvidando poco a poco todo lo que acababan de ver. Ya esperaban el desfile del día siguiente con expectación. Red salió del pueblo perseguido por Escarlata, que se negaba a volver a la pobreza, mientras la feliz que logró salir de la esclavitud decidió quedarse en ese pequeño pueblo donde pronto todos sabrían su nueva historia como si nunca antes la hubieran conocido.
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