REPRODUCTOR MUSICA

lunes, 13 de mayo de 2013

Dos personas.

Dicen que tarde o temprano cada cual tiene lo que se merece, aquello que equilibra la balanza de lo bueno y lo malo que ha hecho en la vida. Dicen que hay que tratar con respeto, que si eres justo, si valoras a los demás tanto como a ti y les cuidas tanto como a ti mismo nadie tendrá motivos para hacerte ningún mal. Dicen que cuando eres intachable en lo moral nada turbará tu conciencia y la felicidad llegará tarde o temprano. Dicen que si eres bueno irás al cielo. ¿No será que aquel que vive un infierno en la tierra cuando muere va al cielo ya que por fin descansa?

El incesante vaivén de la vida nos empuja de un lado a otro, casi como si fuésemos en un barco que navega bajo la más cruel tempestad, tanto que sentimos que no importa qué y cuando lo hagamos, pues todo se escapa a nuestro control y elige su propio camino, nos vemos obligados a tomar la única decisión que nos queda como opción. Nuestra vida deja de ser elección nuestra.

Es curioso cómo la crueldad, el egoísmo, la mentira y la maldad triunfan mientras que la bondad es humillada, sufre abusos y llora de ese dolor nacido de la injusticia que nada ni nadie puede ya curar. Es la sensación de que la bondad no vale la pena, de la esperanza perdida. El mundo no es hermoso, está cubierto de crueles sonrientes y buenos dolientes.

De vez en cuando la vida te sorprende y encuentras una bondad que te comprende. Rara vez es comprensión completa, pero cuando ocurre es lo más maravilloso que pueda sucederte... durante unos segundos. La extrema comprensión, el completo entendimiento, estar en el mismo barco sólo te aporta alguien a quien agarrarte y con quién llorar mientras el barco se hunde.

Miradas desesperadas que gritan: ¿por qué? Miradas tristes que se aseveran: no podemos arreglarlo. Quizá algo de prepotencia al pensar que si todos estuvieran en nuestro mismo barco el mundo sería un lugar mejor, que entre todos lograríamos salvarlo de la tempestad y llevarlo a aguas mansas, cielos azules e islas paradisíacas. Conversaciones sobre sueños irrealizables y mundos ideales. Quizá todo una utopía inútil y algo infantil, pero al menos alguien no te preguntará por qué lloras cuando te vea llorar, sino que mezclará sus lágrimas con las tuyas.

Y la vida, en su infinita crueldad, vuelve a agitar el barco, llevándose la comprensión a un universo lejano de donde parece que no volverá. Aquel viajero de tu barco marcha en una lancha de salvamento pues es la única decisión que le queda como opción. Tu barco se queda sólo, contigo al mando, y el mar bravío. Sin embargo hay algo que la vida no puede quitarte. A pesar de que la vida te enfrente a aquellos que algún día lloraron contigo cuando todo pasa, todo deja de importar... entonces ves que esa persona sigue ahí, llorando contigo. Y quizá parezca esto una historia de amor, y posiblemente en realidad lo sea: la historia de amor más auténtica de dos personas que no están enamoradas.

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