REPRODUCTOR MUSICA

martes, 14 de julio de 2015

Esta es una carta para ti.

Hoy te escribo, por última vez, como despedida final, aunque no sé si algún día llegarás a leerlo, y en realidad eso no importa, pues ya que la comunicación nunca fue nuestro fuerte, ¿por qué variar eso ahora, en la despedida? Una despedida que ya no era necesaria, pero sólo quería que supieras que ayer me enteré de eso que no sabía que también me habías hecho, y es que no en vano existe el dicho de que cree el ladrón que son todos de su condición. Ésto sólo viene a darle más peso y valor a la tajante decisión que ya había tomado. Si ya era definitiva, ahora es irrevocable. No te confundas, ya no me importa, puesto que ya no te quiero, lamentablemente tú nunca estuviste a la altura del lugar en el que yo te había puesto, y quizá por eso tenías razón y es culpa mía: esperaba demasiado de ti, y sólo porque yo me había entregado del todo. ¡Qué ingenua! Y es muy fácil no extrañar lo que nunca tuviste, igual que es muy fácil que ocupen un puesto para el que tú no estabas preparado, que valoren unos actos que tú no supiste valorar y que vean lo que tú no supiste ver. Ya sabes: no hay más ciego que el que no quiere ver. Y resulta curioso, yo quería ver donde tú no tenías para mi y tú te empeñabas en que lo que tenías conmigo no existía.

Hoy esos recuerdos me causan una risa sarcástica, y tú me das una pena considerable, cosa que me esforzaré por eliminar lo antes posible, puesto que el sentir pena lo considero uno de los sentimientos más humillantes que se pueden sentir por alguien. Tú lo sabes, yo siempre he ODIADO, con mayúsculas, que sientan pena por mi, y yo no hago a nadie lo que no quiero que me hagan.

Sabes lo que te pedí que no fueses para mi, hace mucho, justo al principio, y desde entonces te he visto precipitarte, raudo y directo, exactamente hasta ese punto al que estás cerca de llegar. Era algo que se podía haber evitado cuando aún me importaba un poco, pero ahora, que he visto la luz que tú me habías apagado, sólo puedo sentir una inmensa felicidad y una gran tranquilidad en mi interior, tú eres dueño y responsable de tus actos, y yo de los míos. Ya hace mucho que te dije que eras tu peor enemigo, y ya ves, no me equivoqué. Existen tanto las casualidades como las causalidades.

Y si, hoy te estoy escribiendo estas líneas, pero sólo para decirte que ya lo sé todo, y unas últimas palabras de una despedida que no podrás evitar recordar toda tu vida: un día aprenderás que el amor va más allá de tus pantalones, y entonces querrás un amor como el que tenías conmigo, el de verdad, y te caerán como una losa todos los errores que cometiste conmigo, esos que aún no ves, todas las cosas inmerecidas que me hiciste y dijiste, verás la auténtica realidad y no esa que tú has pintado en el velo que llevas delante de los ojos, un día dirás "qué tonto fui", y es que no sé si soy quien más te ha querido, pero puedo asegurarte que en muchos momentos te he querido incluso más que a mi misma, y aunque tú aún no lo sabes, el amor no es egoísta, como dice el dicho. Sí, yo soy una mujer que tú has criticado mucho, pero cuando aprendas el valor de todo aquello que has criticado te darás cuenta de que no es tan fácil de encontrar y que tú lo has tenido delante, para ti, y no has sabido valorarlo y conservarlo. Mientras tanto, sigue engañándote con balanzas mal equilibradas que te ayudan a que tu corazón no trabaje demasiado y seguir forzando tu alrededor para pintarlo con una felicidad que, muy en el fondo, sabes que estás muy lejos de conseguir. Y es que tú eres tu peor enemigo.
Te deseo lo mejor, aunque no dudo en que harás lo posible por volver a perderlo si alguna vez lo consigues. Yo lo seré, porque hoy se esfuerzan en hacerme feliz tanto como yo me esforzaba por ti, pero eso es algo que, por suerte, yo sí aprecio y veo su valor, y eso me lo hace fácil. Y ahora, vuelvo a despedirme con ese saludo militar que ya conoces, ese del que sabrás el por qué si eres inteligente. Ya ves, es lo que yo te decía, que no he tenido mala suerte: mi sonrisa ha vuelto.

Yesenia Pineda.
Fotografía: Yesenia Pineda.

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