Yo creí que ibas a quererme desesperadamente. Soy así, me gustan los chistes malos y los amores eternos. Soy tu alma gemela, a la que expulsas de ese útero que es tu hogar y en el que te escondes. Soy ese perfume que se vuelve exquisito sólo cuando se mezcla con las feromonas de tu piel. Tú, esa melodía sin letra de notas dulces y amargas, ese ser que se dibuja perfecto en mis ojos y cuyos defectos describo como anécdotas encantadoras que mis labios saborearían como la miel más dulce, de esas tan deliciosas que jamás empalagan.
Tú, sumido en tus secretos y habitando en tu mundo inalcanzable, lanzando miradas tan plenas mientras tu boca pronuncia palabras inaudibles. Tu mirada... esa mirada, ¿por qué se llenan tus ojos si aclamas ufano su vacuidad? Tu mirada... ¿por qué se vuelven enormes tus pupilas cuando taladran el abismo de las mías?
Huyes, acaso, como un alma buscando una luz, dejando en mi mundo un vacío en el lugar sin fronteras en el que habitaban mi ilusión y mi sonrisa y dejándolo teñido de colores sin brillo ni contraste. No quiero vivir con tu fantasma... Lo veo (te veo), pero no puedo tocarte y si te hablo sé que jamás responderás. Tu fantasma me responde en ese idioma de ultratumba cuya gramática no quiero aprender. Le rezo a tu fantasma por ser lo único que me queda, y tu legado feliz me obliga al llanto escondido como si fuera un pecado. Te dejo marchar.
Tú, que crees que el tiempo sacará de mi esto que se desborda por cada poro, por cada miletro de mi cuerpo... ¿Cómo te explico que antes de que yo naciera ya estabas escrito en mí y que esto nació conmigo? ¿Cómo, si no me creerías? ¿Y para qué, si nada cambiaría? Te dejo marchar, aunque quisiera alargar mis manos y retenerte a pesar de que mis uñas salieran despedidas, arrancadas de mis dedos por tu apresurada partida.
Tú y yo... las piezas de un puzzle que forma la imagen inmaculada de un ideal para muchos logrado por pocos, la pureza y la simplicidad de lo natural y espontáneo, el equilibrio perfecto en un todo del que formamos partes iguales, lo que nunca creí que existiese y que me abrumó, me envolvió y me inundó demostrándome que mi corazón era aún más grande, tanto que podía cobijarte sin que te faltara un espacio para ser libre. Por eso te dejo marchar, porque te quiero de una forma que aún no se ha descrito, pero te quiero libre, y mientras te alejas te miro, gritándote todo esto en el más hipócrita de los silencios. Conservaré tu espacio eternamente.
Yesenia Pineda.
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