Como la mano de un niño, su voz acariciaba cada palabra, cada secreto rozando su alma... ¡Y de repente se hizo fuego! Y la llama salió de sus adentros repleta de nostalgias, memorias y presentes desgarrados, quemando sus ojos y los de todos los presentes, volviendo cristal el vello y agarrando en un puño corazones y pulmones, arrojándonos sin piedad sus sentimientos más intensos, obligándonos a sentir in crescendo y sin tregua. Y ese fuego quemó recuerdos, pidió explicaciones, expió pecados y gritó auxilios lejanos... Y después no hubo restos de cenizas, sólo un humo sereno y lento cuyo aroma era percibido de forma distinta por cada uno de los presentes, pues cada uno le ponía el perfume de sus propios recuerdos.
Yesenia Pineda.
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