Al sacarle los ojos las gotas de sangre tiñeron sus dedos de un tono rojizo y pegajoso. Fantasía y realidad confundidas en su mente, mezcladas como una espiral infinita de cadenas enredadas. Tomó una fresa del plato y la partió en dos con el mismo cuchillo con el que le había cortado el cuello, y al cogerla con sus dedos sangrientos la endulzó con un sirope malvado de muerte y tragedia. Mientras saboreaba el amargo dulzor de la exótica fruta dirigió sus ojos fríos hacia el cuerpo inerte. Ella estaba en el suelo, con las cuencas vacías y la boca entreabierta, su cuello derramaba aún aquel líquido espeso que enmarcaba su cabeza como una almohada. La tenue luz era el complemento perfecto para aquella escena macabra, pero al mirarla él sintió que no era suficiente. Ella seguía siendo demasiado bella. Ya la había desprovisto de aquellos ojos condenadamente profundos que habían sido como un imán para él. Allí estaban aún, desordenados junto a ella, y aún parecían mirarlo burlones...
La risita que se le escapó sonó como un preludio a algo horrible... tomó uno de los ojos casi con desprecio y lo observó fijamente. Mirando al interior de aquella pupila huera de vida, y sin apartar la vista dirigió un insulto hacia ellos: "Maldita puta". Con los dos ojos en la mano, se dirigió al aseo y los arrojó al interior del inodoro. A partir de ahora esos ojos sólo verían residuos, putrefacción... la misma basura que ella había sido.
Volvió al cuarto de estar y paseando delante de ella le
hizo una pregunta: "¿Y ahora, soy lo suficientemente bueno para ti?" Con la mano limpia se acarició las cicatrices del rostro quemado y desfigurado. Ya no le rechazaría más. Manoseó el cuerpo aún tibio y susurró en su oído: "Ven aquí, preciosa, voy a enseñarte lo que es un hombre de verdad..."
REPRODUCTOR MUSICA
sábado, 18 de junio de 2011
viernes, 17 de junio de 2011
El poeta
Erase una vez un poeta que asfixió a su musa de tanto adorarla. La pena y la melancolía impulsaban al exterior aquella ilusión que anidaba en la superficie de sus ojos. Ya no había nadie en el mundo digno de colarse por ellos, nadie que conociera el camino, nadie que, simplemente, los viera. Su sonrisa era la máscara de aquella nostalgia por la musa perdida. Ella era el sol, ella era una tarde lluviosa de invierno, ella era un paseo por una playa solitaria bajo la luz de una luna anaranjada, un soplo delicado de una brisa cálida, un relámpago cegador que envolvía en llamas un árbol, la primera sonrisa de un bebé... ella era para él la vida en su faceta hermosa y también en su faceta más desagradable. Ella, simplemente, ERA.
Después de llorarla durante horas... días... ¡¡¡AÑOS!!! Supo que jamás dejaría de adorarla. Se rindió ante su amor sin reprocharle su huida, abrazó su recuerdo intentando saciar el deseo de su carne, la besó en su mundo imaginario y después la hizo pedazos, descuartizando cada virtud, cada vicio, deshaciéndola en millones de partículas, y luego sopló sobre ellas. Y aquellos pequeños átomos se esparcieron por el mundo, anidando en cada cosa que encontraba a su paso. "Ella era el sol, ella era una tarde lluviosa de invierno, ella era un paseo por una playa solitaria bajo la luz de una luna anaranjada, un soplo delicado de una brisa cálida, un relámpago cegador que envolvía en llamas un árbol, la primera sonrisa de un bebé... ella era para él la vida en su faceta hermosa y también en su faceta más desagradable. Ella, simplemente, ERA." Y él contempló el mundo que ella había invadido y no pudo menos que someterse voluntariamente a la esclavitud, abrumado por su belleza, su inmensidad, su plenitud, no pudo menos que dejar de ser su dueño para ser su sirviente. Contempló con admiración su existencia, aquella que sus brazos no eran capaces de abarcar. Se sintió pequeño, afortunado... y en sus entrañas algo se encogió y llevó a sus ojos la tibieza de una lágrima incipiente. Era demasiado hermoso como para no dejar vencer a la melancolía, pues más que nunca deseó abrir sus brazos y abrazar a su musa, pero esta vez con suavidad, delicadeza, como si fuese un cristal a punto de romperse en sus manos. Nunca habría imaginado, hasta entonces, lo delicada que en realidad era.
miércoles, 8 de junio de 2011
¿Por qué hay que luchar contra el maltrato animal?
"La crueldad hacia los animales no es una válvula de escape inofensiva en un individuo sano... es una señal de alarma".
Supervisor y Agente Especial del FBI Allen Brantley.
Supervisor y Agente Especial del FBI Allen Brantley.
En esa frase se resume uno de los mejores argumentos que se le pueden dar a un no-animalista para luchar contra el maltrato animal. Y es que no se puede negar que cuando el sufrimiento ajeno (ya sea en animales humanos o no humanos) es motivo de regocijo o disfrute, algo no anda bien en la azotea... Intentemos meternos un poco en esas mentes... ¿Por qué maltratar? El maltrato es señal de que hay traumas no superados, complejos, y el individuo tiende a someter a cualquier otro que le parezca más débil, lo que en primer caso suele ser un animal. Más adelante el individuo se envalentona y se atreve cada vez a más, el problema va en aumento, la violencia genera violencia... Poco a poco los animales dejarán de ser suficientes y entonces el individuo empieza a maltratar a personas. En muchas ocasiones, este proceso acaba en asesinatos tanto de animales como de personas. Y es que maltratar un animal no significa que se acabe siendo un asesino en serie, pero en casi todos los casos los asesinos en serie cometieron actos de crueldad con animales. Pongamos algunos ejemplos de asesinos en serie:
JEFFREY L. DAHMER: Asesinó y desmembró a 17 hombres, llegando incluso al canibalismo. En su niñez, Jeffrey empalaba perros y clavaba estacas a gatos en su jardín.
Dylan Klebold Eric Harris
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ERIC HARRIS y DYLAN KLEBOLD: Con 17 y 18 años llevaron pistolas a su instituto y asesinaron a 12 niños y a un profesor. Seguidamente, se suicidaron. Eric Harris solía aplastar la cabeza a ratones y prenderles fuego. Los padres de Dylan Klebold sabían que tenía armas en casa, pero pensaban que era para disparar a los pájaros carpinteros.
EDMUND EMIL KEMPER III: Fue condenado a 8 cargos de asesinato perpetrados contra mujeres, una de ellas su propia madre. Cuando tenía trece años solía matar a los gatos del vecindario: los enterraba vivos, ponía las cabezas en estacas y hacía conjuros, llegó a cortar a rebanadas la cabeza de un gato, decapitó a su propio gato y lo troceó. Años más tarde hizo lo mismo con su madre.
KIP KINKEL: Con 15 años asesinó a sus padres, prendió fuego a la cafetería de su instituto (resultaron muertos 2 estudiantes y 22 heridos). Le gustaba torturar animales y alardear de ello. Decapitaba gatos, diseccionaba ardillas. Sus compañeros dicen que tenía poca paciencia. Al incendiar la cafetería su expresión era normal, como si lo hiciera cada día. "Y realmente lo hacía cada día, pero no lo tomaba en serio si tenían 4 patas".
ALBERT DESALVO El "Estrangulador de Boston": Asesinó a 13 mujeres, cometió robo armado, asalto y delitos sexuales hacia 4 mujeres. En su juventud encerraba a gatos y perros en jaulas para divertirse lanzándoles flechas.
LUKE WOODHAM: Con 16 años apuñaló a su madre hasta matarla, se dirigió al instituto y disparó a sus compañeros, hiriendo a 7 y matando a 2. En su diario contaba como había pegado, quemado y torturado a su perro hasta la muerte, cosa que describió como una "verdadera belleza". Un vecino fue testigo del asesinato de Sparkle, el perro, pero no lo denunció. Seguramente si hubiera sabido lo que iba a ocurrir, lo hubiera hecho.
Y ahora, a los animalistas y a los que no lo son, os hago una pregunta: ¿os parece esto suficiente motivo para luchar contra el maltrato animal?
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