Feliz cumpleaños... dicen... Como si por el hecho de serlo el mundo confabulara a tu favor... Mentiras. Feliz cumpleaños era aquel que celebraba con dos coletas coronadas con un lazo rojo, cuando al abrir los regalos un cuerpo de plástico y diminutos vestidos de tela significaban un abrazo... ¡Felices cumpleaños eran aquellos en los que soplar las velas era motivo para sentirse especial!
A medida que los años pasan comienzas a querer sostener el mundo sobre tu espalda, cada vez más, y más... y aunque a menudo sientas que las energías se agotan, sin saber de dónde, aparecen nuevos brazos para sostener más peso. Felicidades... dicen... Y la mayor parte de los que lo dicen lo saben... No existen...
Me desperté hoy, igual que ayer. Mi alrededor vacío y el corazón doliente. ¿Feliz cumpleaños? El lametazo de un perro me abrazó y yo le devolví el abrazo más auténtico que he sentido nunca. Él se entregó a mi abrazo, con una resignación gustosa, con entrega absoluta algo turbia por la fuerza de la costumbre. A ti soy capaz de perdonarte el rechazo... pues conozco tu forma distinta de entender el mundo, de ver lo que ves y sentir lo que sientes. Aún así, te agradezco el abrazo. Tú lo dijiste en serio: Feliz cumpleaños. No sabes que no existe...
El cielo amaneció de carbón y, sin saber por qué, quiso ponerse poco a poco azul pastel... y así lo hizo. Mirándolo me pregunto ¿cuándo? Y cuando creí que el timbre del teléfono me respondía... sólo era otra felicitación de cumpleaños... y otra más... No importa, lleguemos a veinte. No las desprecio, las agradezco con todo el corazón... pero cuando se instala la consciencia ya no puedes correr el velo y volver a la fantasía, a la ilusión... Me arropan con sus felicitaciones, y yo sonrío y les deseo abrazos dados con todo mi corazón, pero mientras un puñal de dolor me lo atraviesa como torturado por una dominatrix...
Me miro al espejo... Aquellos ojos vivarachos, luminosos e inocentes están turbios, como el agua contaminada por los desarrollos de la edad contemporánea, parecen lucir con resignación un velo oscuro de experiencia... En sus comisuras, como incipientes lágrimas, están apareciendo las primeras huellas del tiempo. Ese nuevo cabello que hace unos días se volvió color de nieve me acaricia la cara recordándome que estoy a merced del tiempo. ¿Quién refleja esa imagen? La niña de las coletas rojas se ha marchado para siempre.
Allá donde estés, pequeña, a la que nunca supe cuidar como debiera.... Feliz cumpleaños.
Perdóname por convertirte en mi.
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