REPRODUCTOR MUSICA

jueves, 3 de octubre de 2013

Si yo te sucediese plenamente...

Si yo te sucediese plenamente conocerías ese amor que te aplasta y te eleva al cielo, que hace que te vuelvas pequeñito y enorme en un segundo, que te hace caer al vacío de una sensación que te domina, ese amor que sólo sucede en los libros. Si yo te ocurriese solo un momento, ahora, aprenderías... descubrirías que en este mundo contaminado de mentiras y materialismo yo sigo siendo una mujer de otra época, que reservo impolutos los terrenos del sentimiento y te lo tengo reservado entero y sin límites. No sé amar de otra manera... Y tú, en realidad, tampoco quieres ser amado de otra.

Yesenia Pineda.
Quise escalar una montaña que era mía. La había creado tras años de arrojar a un valle los despojos del pasado. Delante de aquella inmensa mole, observando la ladera, descubrí que estaba plena de vida, que árboles, arbustos y flores la habían cubierto. Ví volar hermosos pájaros y correr a las ardillas. "He creado algo hermoso de las sobras con sólo dejarlo estar", pensé. Me adentré en el camino y, mientras me pinchaba con una zarza llena de jugosas moras, el trino de los pájaros me acompañaba. Me senté a reposar bajo la sombra de un árbol sin percatarme de que entre sus ramas habitaba un enjambre que amenazó con atacarme, así que tuve que huir hacia el riachuelo inmaculado y sumergirme en sus azules aguas para protegerme. Me regocijé en lo hermoso del brillo del sol al reflejarse en este espejo líquido a la vez que sentí a las pirañas mordisqueando mi piel. Escapé, huí, corriendo, mientras mi cuerpo entero chorreaba sangre, y seguí corriendo hasta llegar a un pequeño llano repleto de flores aromáticas. Dejé que la brisa perfumada me acariciara para aliviar la quemazón de las heridas y cerré los ojos... Por eso no vi acercarse al lobo que acudió presuroso, alentado por el olor de la sangre, a cazar a su presa. Su gruñido me sacó de mi ensimismamiento y volví a correr casi sin ver a donde me dirigía... Sin darme cuenta había llegado a la cima, había escalado mi montaña de hermosos desperdicios, y cuando mis pies ya no encontraron suelo firme caí al vacío y me estrellé contra el suelo, al otro lado de la montaña. Mientras mi cuerpo pasado fallecía ante mis ojos mi cuerpo presente dejó caer un par de lagrimas, miró con nostalgia a la montaña y descubrió que no cambiaría ni un sólo grano de arena, ni un sólo árbol, ni un sólo peligro de mi montaña. Y aún más... la adoraba tanto que aunque me costase la vida, mi montaña era mi sitio y allí quería estar, quería vivir en ella alimentándome de las moras que crecían en la zarza que me pinchaba y de la miel de ese enjambre que me atacaría, beber de ese río repleto de pirañas, dormir en ese prado cada día y morir en las fauces de aquel lobo hambriento. No me importa... Te adoro.

Yesenia Pineda.